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ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10

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138 <strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />

61. De la Tabla del Ps.-Cebes 12<br />

(<strong>10</strong>,4) A ellos (- a Lamento y a Desesperación) se ve arrojado<br />

y con ellos convive el penado [= el que se vende a los falsos<br />

bienes de la riqueza, fama, nobleza, hijos, tiranías y reinos:<br />

los cuales producen incontinencia, vida disoluta, insaciabilidad<br />

y adulación; cf. 8,4; 9,1]; y de ahí es echado después a otra<br />

morada, en manos de Infelicidad (xaxoóaifiovíav), donde<br />

consume el resto de sus días en desgracia supina, a menos que<br />

reaparezca dentro de él Conversión (áv ¡ir\ f¡ /uerávoLa<br />

aira) hnvtvyr]) saliéndole oportuna al paso.<br />

(11,1) Y ¿qué le sucederá luego que Conversión (?) fiETávoiá)<br />

le salga al paso?<br />

Lo arrancará de los males y le meterá en la cabeza otra Opinión<br />

(óó^av), la que conduce a la verdadera Cultura (elg rf¡v<br />

áXrj-&Lvf¡v jiaióeíav), pero también, y al mismo tiempo, la que<br />

conduce a la Pseudocultura. (2) ¿Y qué sucede después?<br />

Si acoge —respondió— la Opinión que conduce a la verdadera<br />

Cultura, purificado por ella (xaüaQÜElg i)ii'aitfjg), se salvará<br />

(oét,exai) y llegará a ser dichoso y feliz (fiaxáoiog xái<br />

etióaífMüv) en la vida; en caso contrario, volverá a verse inmerso<br />

en error por la Pseudocultura.<br />

En este escrito el concepto de «paideia» sustituye al de<br />

filosofía. A la verdadera paideia, entendida como sabiduría<br />

moral (cf. 41,2-3), fruto a su vez de las virtudes de la continencia<br />

y de la paciencia, se llega tras dos conversiones: la primera,<br />

descrita en el párrafo anterior, posibilita al hombre pasar de<br />

su estado nativo de error e ignorancia al de los doctos que se<br />

abandonan a la cultura escolástica; la segunda (denominada<br />

/uera/iéÁeía en 35,4) da un paso más allá de la pseudocultura<br />

de los doctos, los cuales, en cuanto tales, «no podrán salvarse»<br />

(35,9: oi)x áv JIOTE owésiev). A la verdadera paideia va<br />

estrechamente unida la felicidad o sídai/uovía: la esperanza<br />

de conseguirla ha de encontrarla uno «en sí mismo» (23,4) y<br />

12. Cf. D. Pesce, La Tavola di Cébete. Testo, traduzione, introduzione e<br />

commento, «Antichitá Classica e Cristiana 21», Brescia 1982.<br />

EL HUMUS GRECORROMANO 139<br />

no en ninguna potencia divina. No obstante, la llamada implícita<br />

a la conversión evoca, distinguiéndose al mismo tiempo de ella,<br />

la llamada evangélica (cf. Me 1,15; Le 13,3). Por otra parte,<br />

aquí se hace uso reiterado del verbo ocó^eiv = «salvar», con<br />

objeto de describir el éxito final de la victoria. Así, por ejemplo,<br />

se dice de las Opiniones personificadas que conducen a los<br />

hombres «unas a la salvación (e/g ró oé^EC&ai), otras a la<br />

perdición (slg ró ánóXXvo'&ai) de manos de la Impostura»<br />

(6,2). Uno no puede menos de recordar a este propósito la<br />

análoga bipartición paulina de ICor 1,18 (en cuyo contexto<br />

aparece también la condena de la «sabiduría de este mundo»,<br />

en la que resuena la «pseudopaideia» de la Tabla de Cebes).<br />

Consideraremos de inmediato las principales escuelas filosóficas<br />

contemporáneas a los orígenes cristianos (la cínica, la<br />

epicúrea, la estoica, la medio-platónica, la neo-pitagórica), de<br />

la mano de algunos textos de sus principales exponentes. Comprobaremos<br />

que el «paganismo» antiguo, del que muy a menudo<br />

se ha dado una opinión muy negativa, aportó lo mejor de sí<br />

mismo precisamente gracias a la filosofía, y qué cercano estaba<br />

al cristianismo en algunos aspectos, tanto que ofrecería a sus<br />

primeros heraldos un terreno muy propicio para la siembra del<br />

evangelio.<br />

a) Sobre vía aún en época imperial el Cinismo, que había<br />

tenido en Diógenes de Sínope (llamado «el Cínico», muerto<br />

en Corinto el año 323 a.C), y en Crates (muerto hacia el 290<br />

a.C), a sus máximos representantes. Ellos denunciaron las<br />

grandes ilusiones que agitan al hombre: el placer, la riqueza,<br />

el poder; y exaltaron el total desapego de las mismas mediante<br />

una sustancial reducción del hombre a su animalidad. Precisamente<br />

este extremismo (Platón definiría a Diógenes como un<br />

«Sócrates loco»: Dióg. Laercio 6,54 13 ), junto a la falta de una<br />

propuesta de valores positivos alternativos, condicionará la<br />

menor vitalidad de esta escuela respecto al estoicismo, que, no<br />

obstante, hará propias sus instancias esenciales.<br />

13. *En la versión española de J. Ortiz Sanz es Diógenes quien califica a<br />

Sócrates de «loco»: «Preguntado [Diógenes] por uno quién le parecía que había<br />

sido Sócrates, respondió: «Un loco».

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