ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10
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62 <strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />
Demos fin a esta sección con el martirio de R. Aqiba (en<br />
el año 135), destacado y ejemplar testimonio de la fe en el<br />
Dios único. El Talmud lo narra a la hora de explicar Dt 6,5<br />
(«Amarás al Señor tu Dios ... con toda tu alma»)<br />
23. TB Ber. 61b (martirio de R. Aqiba) 28<br />
Cuando sacaron a R. Aqiba [arrestado por haber violado el<br />
decreto de Adriano que prohibía el estudio de la Torah] para<br />
conducirle al suplicio, era la hora de recitar el s e ma c [«Escucha»<br />
= Dt 6,4-9]. Mientras le iban arrancando la piel con tenacillas<br />
de hierro, él aceptó el yugo del reino de los cielos. Entonces le<br />
dijeron sus discípulos: «¡Oh, maestro! (¿hasta dónde llega la<br />
fuerza de tu ánimo?)» Él les respondió: «Todos los días de mi<br />
vida estuve afligido por este versículo: «con toda tu alma», o<br />
sea, ¡aun cuando él te exija el alma! y me decía: ¿cuándo podré<br />
cumplir esto? Y ahora que se me presenta la ocasión ¿no voy<br />
cumplir este precepto?». Y prolongó la pronunciación de la<br />
palabra «Uno» ('ehád), hasta que exhaló el alma mientras decía<br />
la palabra: «Uno». Se oyó entonces una voz celeste: «Dichoso<br />
R. Aqiba que exhaló su alma con la palabra «Uno»... Dichoso<br />
tú, R. Aqiba, que estás destinado a la vida futura ( c ólam habbá')».<br />
D. APÓCRIFOS PALESTINENSES (no apocalípticos)<br />
«Cuando murieron los últimos profetas, Ageo, Zacarías y<br />
Malaquías, el Espíritu santo cesó en Israel» (Tos. Sot. 13,2;<br />
cf. TB Sanh. lia). Típica convicción rabínica ésta, que motivó<br />
el que ninguno de ellos reivindicara para sí el privilegio de<br />
ponerse al nivel de las escrituras antiguas (considerándose profeta).<br />
Al contrario, todos ellos se contentaban con discutirlas,<br />
28. *Para la versión castellana he tenido en cuenta el relato que de este<br />
mismo suceso ofrece el medieval Sefer ha-Ma c asiyyot (= Libro de Cuentos),<br />
del que A. Alba ha traducido una selección en: Cuentos de los rabinos, Córdoba<br />
1991, pp. 55-56.<br />
EL HUMUS JUDAICO 63<br />
comentarlas y extraer, con escrupuloso juicio crítico, pero con<br />
humildad, reglas de vida o enseñanzas morales (según fuera el<br />
género, halákico o haggádico, respectivamente). Los autores<br />
de esta ingente labor son conocidos, con todo, cada uno por<br />
su nombre.<br />
Muy otro es el caso de la literatura apócrifa (que los protestantes<br />
denominan «pseudoepigráfica») intertestamentaria 29 ,<br />
de autoría enteramente pseudónima o anónima. En ella se lleva<br />
a cabo un interesante esfuerzo por continuar, reescribir, actualizar<br />
aquello que ya la Misnah denomina como «escrituras<br />
sagradas» (Jad. 4,6), cuando distingue netamente entre escritos<br />
que «manchan las manos» (es decir, los sagrados, canónicos)<br />
y los que «no las manchan» (cf. ib. 3,5). Pues bien, los escritos<br />
que «no manchan las manos» (esto es, profanos, no canónicos)<br />
eran muy numerosos.<br />
En esta sección excluimos, por claridad metodológica, tres<br />
grupos: los que la tradición católica denomina «deutero-canónicos»,<br />
puesto que los incorpora en su Biblia (Tb, Jdt, Si, Ba,<br />
Sb, 1-2 Mac = a los que los protestantes llaman «apócrifos»);<br />
los de género apocalíptico, que examinaremos más adelante<br />
(cf. Segunda parte, C); y los de origen helenístico, a los que<br />
nos referiremos dentro de poco en este mismo capítulo (cf. F).<br />
Examinamos ahora, pues, los apócrifos de origen palestinense<br />
no apocalípticos. Nos han llegado en diversas traducciones.<br />
Su importancia para los orígenes del cristianismo está fuera<br />
de toda discusión. Baste pensar que la carta canónica de «Judas»,<br />
cita curiosamente el Libro de Henoc al mismo nivel que a un<br />
profeta (cf. Jd 14-15; hay, además, quien sostiene la hipótesis<br />
de que en el v. 9 de esta misma carta hay una referencia al<br />
apócrifo conocido como «Asunción de Moisés»).<br />
Dejamos a un lado algunos de estos libros (a saber: el III<br />
Libro de Esdras, el Martirio de Isaías, el Testamento de Abrahán,<br />
el Testamento de Job) y nos ceñimos a los seis más<br />
importantes, conforme al orden cronológico más probable.<br />
29. Cf. L. Rost, Introduzione agli Apocrifi dell'Antico Testamento, compresi<br />
i principali testi qumranici, ed. ital. de L. Rosso Ubigli, Torino 1980. Véase<br />
la edición completa en traducción inglesa: J.H. Charlesworth, ed., The Oíd<br />
Testament Pseudepigrapha, I-II, Garden City NY 1983-1985.