ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10
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118 <strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />
y regirá el mundo apaciguado por las virtudes de su padre<br />
(pacatumque reget patriis virtutibus orbem).<br />
(31) Algunos vestigios, sin embargo, quedarán del antiguo<br />
engaño.<br />
(52) Mira cómo se regocija todo con el siglo que ha de venir.<br />
¡Oh, me alcance entonces la última parte de mi larga vida<br />
y aliento bastante para cantar tus gestas!<br />
Aparte de las aparentes resonancias mesiánicas del texto 1 ,<br />
en la intención del autor ese niño podía ser: bien un hijo del<br />
cónsul Polión (uno de los protagonistas del acuerdo de Brindisi<br />
—año 40— por el que se habría de poner fin a la hostilidad<br />
entre Antonio y Octavio); bien un hijo augurado (y que después<br />
sería una niña, Antonia Mayor) a Antonio y Octavia, hermana<br />
de Augusto, cuyas efímeras bodas sancionaron precisamente el<br />
acuerdo de Brindisi; o Marcelo, nacido en el año 43, del anterior<br />
matrimonio de Octavia, predilecto por más señas de Octavio<br />
(y que moriría poco después, el año 23 a.C); o bien un símbolo<br />
de la propia edad de oro naciente que no tardaría en inaugurar<br />
Octavio Augusto.<br />
Sea como fuere, en semejante contexto de ferviente espera,<br />
Augusto, siguiendo las huellas de su tío abuelo Julio César,<br />
pudo asentar las bases de un nuevo ordenamiento público, al<br />
que Tácito dedicará una de sus bellas páginas.<br />
49. Tácito, Ann. 1,2; 3,6-7; 4,l-2 2<br />
(1,2) Tras seducir [Augusto] al ejército con recompensas, al<br />
pueblo con repartos de trigo, a todos con las delicias de la paz<br />
1. Cf. por ejemplo A. Vaccari, // messianismo ebraico e la IV égloga di<br />
Virgilio, «La civiltá cattolica», 82 (1931) 11,1-20,97-<strong>10</strong>6 (= Scritti di erudizione<br />
e di filología, I, Roma 1952, pp. 43-71).<br />
*La versión castellana que aquí se ofrece es la de T. de la A. Recio García,<br />
en: VIRGILIO, Bucólicas, Geórgicas, Apéndice Virgiliano, Madrid 1990.<br />
2. *Versión castellana de J.L. Moralejo, en: TÁCITO, Anales, libros I-VI,<br />
Madrid 1979.<br />
EL HUMUS GRECORROMANO 119<br />
(dulcedine otii), se fue elevando paulatinamente; empezó a tomar<br />
para sí las prerrogativas del senado, de las magistraturas, de las<br />
leyes, sin que nadie se le opusiera, dado que los más decididos<br />
habían caído en las guerras o en las proscripciones, los que<br />
restaban de los nobles se veían enaltecidos con riquezas y honores<br />
en la misma medida en que se mostraban dispuestos a servirle,<br />
y encumbrados con la nueva situación preferían la seguridad<br />
presente al problemático pasado. Tampoco las provincias ponían<br />
mala cara a aquel estado de cosas, toda vez que desconfiaban<br />
del gobierno del senado y del pueblo [= el régimen republicano],<br />
a causa de las rencillas entre los poderosos y la codicia de los<br />
magistrados [cf. por ejemplo los conocidos casos de Verres en<br />
Sicilia y de Flaco en Asia], sin que de mucho les valiera el<br />
apoyo de unas leyes obstaculizadas por la violencia, las intrigas<br />
y, en fin, por el dinero.<br />
(3,6) No quedaba por aquel tiempo guerra alguna, a no ser<br />
contra los germanos, motivada más por lavar la infamia del<br />
ejército perdido con Quintilio Varo [= año 9 d.C] que por afán<br />
de extender el imperio o de una compensación que valiera la<br />
pena. (7) En el interior estaban las cosas tranquilas (domi res<br />
tranquillae), las magistraturas conservaban sus nombres; los más<br />
jóvenes habían nacido con posterioridad a la victoria de Accio,<br />
e incluso los más de los viejos en medio de las guerras civiles:<br />
¿cuántos quedaban que hubieran visto la república?<br />
(4,1) Así pues, transformado el estado de arriba abajo, nada<br />
quedaba ya de la vieja integridad: todos, abandonando el espíritu<br />
de igualdad (exuta aequalitate), estaban pendientes de las órdenes<br />
del príncipe, sin temor alguno por el presente mientras Augusto,<br />
en el vigor de la edad, fue capaz de sostenerse a sí, a su casa<br />
y a la paz. (2) Cuando su edad ya avanzada se vio fatigada<br />
además por las dolencias corporales, y se divisaban el final y<br />
nuevas esperanzas, sólo unos pocos hablaban —para nada— de<br />
los bienes de la libertad; los más temían una guerra, otros la<br />
deseaban. Una parte, con mucho la más numerosa, esparcía los<br />
más variados rumores sobre los nuevos amos que se venían<br />
encima.<br />
Conocidas son las sobrias simpatías republicanas de Tácito,<br />
y por él sabemos cómo los británicos tildaban a los romanos