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ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10

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334 <strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />

más si se tiene en cuenta que la siguiente notica de Dión Casio<br />

sobre la disolución de las «asociaciones reestablecidas por Cayo»<br />

se explica bien como reacción a algunos hechos del inmediato<br />

predecesor (Calígula fue emperador entre los años 37-41) 30 .<br />

Así las cosas, se deduce que ya a comienzos de los 40 del<br />

siglo I el nombre de Cristo era capaz de provocar revueltas<br />

entre los judíos de la capital: señal de que a diez años de su<br />

muerte, el mensaje que le atañía había llegado ya a Roma,<br />

donde había suscitado convencidos seguidores. Los iniciadores<br />

del cristianismo en la Urbe quedan, pues, en el anonimato;<br />

probablemente debían de ser gente del pueblo llano, provenientes<br />

de Palestina. En los Hechos de los apóstoles, Lucas<br />

anota que en Jerusalén, por Pentecostés, había también «forasteros<br />

romanos» (Hch 2,<strong>10</strong>).<br />

d) De los cristianos del siglo II también hacen mención dos<br />

filósofos estoicos. Les damos voz a la par porque el primero<br />

ejerció su influjo sobre el segundo: Epicteto y Marco Aurelio.<br />

Epicteto vivió entre el 55 y el 135 ca.; nació en Hierápolis<br />

de Frigia; fue esclavo y frecuentó en Roma las lecciones de<br />

Musonio Rufo; a renglón seguido de la expulsión de los filósofos<br />

de la capital decretada por el emperador Domiciano en el año<br />

89, le vemos asentarse en Nicópolis del Epiro, donde regentó<br />

una escuela hasta su muerte. Un alumno suyo, Fl. Arriano<br />

(cónsul hacia el 130), recogió sus lecciones en la obra titulada<br />

«Diatribas».<br />

152. Epicteto, Diatr. 4,7,6 31<br />

Luego por pasión de ánimo (timó fiavíag) uno es capaz de<br />

comportarse así frente a tales cosas [el contexto alude a ciertos<br />

hechos ejecutados por los tiranos], y por hábito (ÚJIÓ eftovg),<br />

los galileos (oí Y a hikaloL); P or razón, en cambio, y por<br />

30. Sobre el conjunto, véase por ejemplo G. Lüdemann, Paulus, der Heidenapostel<br />

-1. Studien zur Chronologie, FRLANT 123, Góttingen 1980, pp. 183-<br />

195.<br />

31. *Versión española de P. Jordán de Uríes y Azara en: EPICTETO, Diálogos<br />

I-IV, Madrid-Barcelona 1973.<br />

TESTIMONIOS DIRECTOS 335<br />

demostración ¿nadie será capaz de aprender cómo Dios creó<br />

todo cuanto existe en el mundo y este mismo universo mundo,<br />

exento y cabal en sí mismo, y cómo sus partes están para uso<br />

del todo?<br />

Es interesante este pasaje por el apelativo de «galileos» que<br />

designa ciertamente a los cristianos o a miembros del algunos<br />

sectores del cristianismo (cf. el nombre dado a los discípulos<br />

de Jesús en Me 14,70; Hch 1,11; 2,7 aunque con significado<br />

geográfico). El filósofo contempla probablemente algunos casos<br />

de persecución y no logra explicarse su «obstinación» (así también<br />

Plinio el Joven; cf. supra: n° 147), que él contrapone a<br />

«razonamiento y demostración». Evidentemente para él los<br />

cristianos no son más que unos tercos. Lo que denota un<br />

conocimiento extremadamente superficial del cristianismo y de<br />

sus doctrinas así como la carencia del concepto de fe o al menos<br />

su incomprensión. Por lo demás, la carta paulina a Tito supone<br />

la existencia de una comunidad cristiana en Nicópolis, donde<br />

Epicteto enseñó largos años (cf. Tt 3,12).<br />

Este texto conduce a otro.<br />

153. Epicteto, Diatr. 2,9,19-21<br />

¿Por qué, entonces, te llamas estoico? ¿Por qué engañas al<br />

vulgo? ¿Por qué siendo judío, haces figura de griego? ¿No ves<br />

en qué sentido al uno se le llama judío, al otro sirio, al otro<br />

egipcio? Y cuando vemos a uno decantarse a uno y otro lado,<br />

solemos decir: «No es judío, sino que lo representa»; si, empero,<br />

asume el sentir del bautizado (ró ná&oc, xov ftefiannévov)<br />

y sectario, entonces lo es realmente y se le llama judío. Así<br />

también nosotros, bautizados bastardos (jiagajícumoraí), de<br />

nombre, sí, judíos; de obra, empero, algo distinto, no sentimos<br />

de acuerdo con el nombre, lejos andamos de practicar lo que<br />

profesamos, y con cuya ciencia nos envanecemos.<br />

El texto es una clara llamada de atención del filósofo a sus<br />

discípulos sobre la coherencia entre doctrina y vida, es decir,<br />

una decidida dedicación existencial a lo que se profesa. El

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