ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10
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146 <strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />
frecuentemente a Epicuro en términos positivos: cf. ib. 8,8;<br />
12,11) y Plinio el Viejo (cf. Nat. hist. 35,2,4: «Ofrecen sacrificios<br />
el día de su cumpleaños, y celebran fiestas el vigésimo de cada<br />
mes»). En el siglo II, Marco Aurelio invita a «imitar a Epicuro»<br />
(Reflexiones 7,64; 9,41); y Luciano de Samosata exalta el escrito<br />
del fundador del Jardín, que lleva por título «Máximas Capitales»,<br />
diciendo a propósito de un anti-epicúreo: «No sabía el<br />
desventurado qué beneficios aporta ese libro a quien lo lee:<br />
cuánta paz, cuánta constancia y libertad pone en el alma, cómo<br />
la libera de temores, de vanos fantasmas, de los absurdos<br />
prodigios, de las esperanzas vanas, de los deseos excesivos, y<br />
cómo los sustituye con verdad y sentido» (Alex. 47). Y esto<br />
conviene remarcarlo: la tradición epicúrea, cosa que no sucedió<br />
con ninguna otra escuela de la antigüedad, estuvo dominada<br />
no sólo por el pensamiento sino también por la figura de un<br />
único maestro, el propio fundador. Lucrecio, en el siglo I a.C,<br />
le llamará «un dios, el cual ha sido el primero en encontrar la<br />
razón de la vida, a la que ahora se llama sabiduría» (De rer.<br />
nat. 5,8-12; cf. 5,19-21 y 49-54).<br />
El epicureismo contemporáneo a los orígenes del cristianismo<br />
es, por tanto, el del mismo Epicuro, que viviera entre el 341<br />
y el 270 a.C. (sobre Lucrecio, vésase infra: n° 88,1). Recordemos<br />
sus puntos doctrinales más relevantes: la sensación física es el<br />
más sólido criterio de verdad (de ahí la negación de lo inmaterial:<br />
cuerpo y alma son homogéneos); la ética del individuo prevalece<br />
sobre la del ciudadano (de ahí la exclusión de cualquier interés<br />
por la política); el principio constitutivo de la felicidad es el<br />
placer (entendido, sin embargo, no como disipación, sino como<br />
«el no padecer dolor en el cuerpo (j un t°) con el estar tranquilo<br />
en el ánimo»: Carta a Meneceo, en: Dióg. L. <strong>10</strong>,131s.); los<br />
dioses existen, pero no se ocupan en absoluto ni de los avatares<br />
cósmicos ni de los humanos (el hombre, por ello, se ve libre<br />
también de temor respecto a ellos). Veamos algunas de sus<br />
sentencias.<br />
66. Epicuro, passim.<br />
No es impío (áoe^fjq) el que niega los dioses de la plebe o<br />
vulgo, sino quien acerca de los dioses tiene las opiniones vulgares<br />
EL HUMUS GRECORROMANO<br />
147<br />
(óó^ag TWV JTOXXÜJV) [Carta a Meneceo, en Dióg. L. <strong>10</strong>,123].<br />
Mientras nosotros vivimos, no ha venido ella [la muerte]; y<br />
cuando ha venido ella ya no vivimos nosotros [ib. 125].<br />
El deleite (f]bovrf) es el principio y fin de vivir felizmente. ••<br />
Todo deleite es un bien a causa de tener por compañera a la<br />
Naturaleza, pero no se ha de elegir todo deleite [ib. 128-129;<br />
cf. ICor 6,12; <strong>10</strong>,23].<br />
No puede haber vida dulce si no es también prudente, honesta<br />
y justa [Máximas Capitales 5, en Dióg. L. <strong>10</strong>,140].<br />
Si la carne (oág^) recibió ilimitados los confines del deleite,<br />
también a éste el tiempo lo hace ilimitado. Si la mente (óiávoia),<br />
comprendiendo por la razón el fin y término de la carne, y<br />
disipando los temores de la eternidad, hiciese una vida del todo<br />
perfecta, ya no tendría necesidad del tiempo ilimitado; pero no<br />
evitaría el deleite (aun cuando los negocios dispusiesen la salida<br />
de esta vida), sino que moriría como dejando algo de una vida<br />
ilimitada [Máximas 20-21, ib. <strong>10</strong>,145].<br />
De cuantas cosas adquiere la sabiduría para la felicidad de toda<br />
la vida, la mayor es la posesión de la amistad [Máxima 29, ib.<br />
<strong>10</strong>,148].<br />
Es de tontos pedir a los dioses lo que uno puede procurarse<br />
por sí mismo [Gnomologio vaticano 65].<br />
No hagas nada en tu vida si te da miedo que el prójimo llegue<br />
a enterarse de ello [ib. 70].<br />
El mayor fruto del bastarse por sí mismo es la libertad [ib. 77].<br />
Escupo sobre lo bello y sobre quien lo admira estúpidamente,<br />
siempre que no se saque placer en ello [Usener 512].<br />
Vive de icógnito (Áá&e ¡3uboag) [ib. 551].<br />
El sabio será feliz aun en el tormento [ib. 601].<br />
El concepto epicúreo de «placer» o «deleite» (que, a diferencia<br />
de la escuela cirenaica, nunca va separado de la virtud,<br />
de una virtud que sea fuente de alegría) no tardaría en ser<br />
entendido en su sentido vulgar. Ya lo confirma Horacio en<br />
época de Augusto, cuando irónicamente se llama a sí mismo<br />
Epicuri de grege porcum (Epist. 1,4,15s). Pero Lucrecio, que<br />
vivió en la primera mitad del siglo I a.C. y fue ardiente seguidor<br />
de Epicuro, no presenta exceso hedonista alguno. Su ideal es<br />
seguir la rationis potestas (De rer. nat. 2,53) y «llevar una vida