ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10
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242 <strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />
abandonar la vida mortal para entrar en la inmortal, llamado<br />
por el Padre, quien convertía de nuevo la doble naturaleza<br />
compuesta de alma y cuerpo que él era, en una naturaleza simple,<br />
transformando su ser en una inteligencia semejante al sol (slg<br />
vovv fihoEidéorarov); en esos momentos... (291) ... el<br />
divino espíritu descendió sobre él, e inspirado, profetizó, en vida<br />
aún, los detalles de su propia muerte, diciendo antes de morir<br />
cómo había muerto...<br />
Hagamos unas breves anotaciones. Filón escribe la vida de<br />
Moisés para los no hebreos (cf. I 1) y para contrarrestar de<br />
algún modo la exaltación pagana de los vicios (I 2-3). Por eso<br />
él intenta hacer una obra en calidad de sabio moralista. Las<br />
fuentes de su trabajo son de dos tipos: los escritos bíblicos y<br />
las tradiciones orales de los ancianos (I 4); compárese a tal<br />
efecto el áxoificdoai de Filón con el áxQifiaJg de Le 1,3, que<br />
subrayan la diligencia de la investigación por parte de ambos<br />
autores. Con los evangelios se observan fuertes divergencias:<br />
literarias (estilo diverso, muy superior en Filón), de destinatarios<br />
de la obra (pues los evangelios, con toda probabilidad, no están<br />
destinados ad extra), de concepción antropológica (dado que<br />
el alejendrino revela un claro influjo platónico ausente en los<br />
evangelios, que además son menos intelectualistas), de tono<br />
celebrativo (los evangelistas son muy sobrios a la hora de hacer<br />
encomios explícitos de Jesús). Pero también los evangelios<br />
quieren presentar un modelo a seguir, así como un maestro de<br />
vida, y, más aún, un salvador del hombre (cf. los títulos dados<br />
a Jesús). En ambos casos, el tenor narrativo de base da amplia<br />
cabida a la presencia de lo divino y maravilloso (Moisés es un<br />
hombre del sobrenatural) y todo culmina en una transformación<br />
final; transformación que, no obstante, se presenta en términos<br />
invertidos: para Jesús, la muerte precede a la resurrección,<br />
mientras que para Moisés, su transfiguración «en espíritu luminoso<br />
como el sol» (compárese con Mt 17,2) precede a la muerte<br />
(de la que, además, en estridente contraste con los evangelios,<br />
no se cuenta nada). Con todo, tanto Moisés como Jesús predicen<br />
con precisión y antes de morir su propio fin. (N.B. - Filón<br />
quiere solamente constatar que el Pentateuco, escrito según él<br />
por Moisés, termina con la noticia de su muerte en Dt 34).<br />
PARANGÓN LITERARIO 243<br />
De Plutarco recogemos un breve texto de la conclusión de<br />
la Vida de César, como documentación de un rasgo biográfico<br />
concreto, paralelo a los evangelios. Se trata de particulares<br />
fenómenos atmosféricos sucesivos a la muerte violenta de César.<br />
<strong>10</strong>8. Plutarco, Vita Caes. 69<br />
Entre los prodigios divinos se cuenta un gran cometa que apareció<br />
durante siete noches consecutivas tras el asesinato de César, bien<br />
visible, y que luego desapareció. La misma luz del sol se oscureció<br />
(TÓ JIEQI xbv f¡Xiov á/xavQ(tí¡ua rñq aiyrjq); todo aquel<br />
año su disco se alzó pálido y mortecino por la mañana y emanó<br />
un calor débil y tenue. El aire, débil como era la canícula que<br />
a menudo lo templa, se mantuvo caliginoso y pesado; los frutos<br />
maduraron sólo a medias y no llegaron a sazón, marchitándose<br />
lánguidamente por el frío de la atmósfera.<br />
No se puede dejar de establecer una comparación con los<br />
evangelios sinópticos y su noticia del oscurecimiento del sol en<br />
la muerte de Jesús (cf. Mt 27,45; Me 15,33; Le 23,44; ¡Juan<br />
guarda silencio al respecto!). Según el biógrafo, se trata de una<br />
participación de la propia naturaleza en la tragedia que supone<br />
el ocaso de tamaña personalidad. Este tema es enunciado<br />
explícitamente por Diógenes Laercio cuando habla de la muerte<br />
del filósofo Carnéades (que vivió entre los años 213-128 a.C.<br />
y mucho más célebre en la antigüedad de lo que supone el<br />
personaje manzoniano Don Abbondio): «Refiérese que cuando<br />
murió se eclipsó la luna; y de eso podrá decir alguno que parece<br />
sentía (ov[¿jiá$£iav) su muerte el astro más hermoso después<br />
del sol» (4,64). A propósito de la muerte de César, también<br />
Suetonio (Caes. 88) habla de un «cometa» (stella crinita), que<br />
apareció durante «siete días» y se creyó «el alma del mismo<br />
César, recién acogido en el cielo».<br />
Otro rasgo de las antiguas biografías es el de los prodigios<br />
que acompañan al nacimiento o a la concepción de los respectivos<br />
personajes. Vésase el caso de Platón (sea en Dióg. L.,<br />
III, 1-2.45, o en Orígenes, C. Cels. 1,37), de Alejandro (en<br />
Plutarco, Vita Alex. 2,1-3,2), de Pitágoras (en Jámblico, Vita