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ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10

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282 <strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />

a las nubes; vi los caminos de los ángeles; y en el confín de la<br />

tierra, el firmamento celeste superior...<br />

(19,1) Continuó Uriel: «Aquí permanecerán los ángeles que se<br />

han unido a las mujeres. Tomando muchas formas han corrompido<br />

a los hombres y los seducen a hacer ofrendas a los demonios<br />

como a dioses, hasta el día del gran juicio, en que serán juzgados<br />

hasta que acabe con ellos. (2) Y sus mujeres, las que han seducido<br />

a los ángeles celestes, se convertirán en sirenas». (3) Yo sólo,<br />

Henoc, he visto la visión de los confines de todo, y ningún<br />

hombre la ha visto como yo.<br />

(20,1) Estos son los nombres de los santos ángeles que vigilan:<br />

(2) Uriel, uno de los santos ángeles, que es el ángel del trueno<br />

y del temblor; (3) Rafael, uno de lo santos ángeles, el (encargado)<br />

de los espíritus de los hombres; (4) Ragüel, uno de los santos<br />

ángeles, el que castiga al universo y a las luminarias; (5) Miguel,<br />

uno de los santos ángeles, encargado de la mejor parte de los<br />

hombres y de la nación; (6) Saraqael, uno de los santos ángeles<br />

(encargado) de los espíritus del género humano que hacen pecar<br />

a los espíritus; (7) Gabriel, uno de los santos ángeles, (encargado)<br />

del paraíso, las serpientes y los querubines.<br />

(21,1) Continué mi recorrido hasta el caos, (2) y vi algo terrible:<br />

vi que ni había cielo arriba ni la tierra estaba asentada, sino<br />

(que era) un lugar desierto, informe y terrible. (3) Allí vi siete<br />

estrellas del cielo atadas juntas en aquel lugar, como grandes<br />

montes, ardiendo en fuego. (4) Entonces pregunté: «¿Por qué<br />

pecado han sido atadas y por qué han sido echadas ahí?». (5)<br />

Respondió Uriel, uno de los santos ángeles, que iba conmigo<br />

guiándome: «Henoc, ¿por quién preguntas y por quién averiguas<br />

e inquieres fatigándote? (6) Estas son aquellas estrellas que<br />

transgredieron la orden de Dios Altísimo y fueron atadas aquí<br />

hasta que se cumpla la miríada eterna, el número de los días<br />

de su culpa». (7) Y de allí fui a otro lugar, aún más terrible<br />

que aquel, y vi algo horrendo: un gran fuego que ardía y<br />

llameaba, pues en aquel lugar había una hendidura (que llegaba)<br />

hasta el abismo, lleno de grandes columnas ígneas, descendentes,<br />

cuya magnitud y grosor no pude ver ni conjeturar. (8) Entonces<br />

exclamé: «¡Qué horrible es este lugar y qué angustioso de mirar!»<br />

(9) Entonces me contestó Uriel, uno de los santos ángeles, que<br />

estaba conmigo. Me dijo así: «Henoc, ¿por qué ese temor tuyo<br />

PARANGÓN LITERARIO 283<br />

y turbación tan grandes?. (Respondí:) «A causa de este terrible<br />

lugar y a la vista de este horror». (<strong>10</strong>) Añadió: «Este lugar es<br />

la cárcel de los ángeles, y aquí serán retenidos hasta la eternidad»<br />

En este texto aparecen claramente algunos elementos típicos<br />

de la apocalíptica: el interés por la cosmología y por la angeleología;<br />

temas ambos que, por lo demás, tienen puntos de<br />

contacto, ya que también las estrellas son consideradas seres<br />

angélicos; pero, mientras que para los Vigilantes no hay remisión<br />

(cf. 19,1; 21,<strong>10</strong>), las estrellas sufren un período limitado de<br />

castigo (cf. 21,6).<br />

Especial atención merece 19,1 donde se afirma la supervivencia.<br />

Tema que es aún más explícito en el c. 22, donde se<br />

habla de «bellas ciudades» en las que se reúnen «las almas de<br />

los muertos» (22,3) en espera del juicio; más aún, se sostiene<br />

una neta división entre «las almas de los justos» (22,9a) y las<br />

de los «pecadores» (22,9b-13) «hasta el gran día del juicio»<br />

(22,11; cf. 19,1). Los ce. 25 y 27 tratan de la suerte final de<br />

los «elegidos» y de la de los «malditos»; la expresión «no les<br />

tocará, aflicción o látigo» (25,6) hay que compararla con Ap<br />

21,4. De igual modo, la afirmación de Ap 14,4 cabe emparentaría<br />

con el tema de la contaminación con la mujeres de Henoc.<br />

La segunda parte del Libro de Henoc recibe habitualmente<br />

el título de «Libro de las Parábolas» (= ce. 37-71) y se caracteriza<br />

por la presencia de la figura del Hijo del hombre, denominado<br />

también el Elegido. Es la única parte de la que no se han<br />

encontrado fragmentos en Qumran. Esto indujo a J.T. Milik<br />

(editor de los fragmentos pertinentes en 1976) a considerar toda<br />

la sección bastante tardía y a fecharla en el siglo III d.C. Postura,<br />

la suya, que no ha sido generalmente aceptada, pues además<br />

el Libro de las Parábolas no tiene nada que pueda ser considerado<br />

específicamente cristiano. Nosotros nos atenemos a la<br />

opinión de P. Sacchi 29 , que fecha la redacción de este texto en<br />

el siglo I a.C.<br />

29. Cf. ib., pp. 435-438 y 441.

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