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ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10

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44 <strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />

18.21); en la novena, el tema de la proximidad de la redención<br />

(cf. Le 21,28; Rm 13,11); la «trompeta» de la décima bendición<br />

lleva impronta apocalíptica (cf. lTs 4,16; ICor 15,52). Por toda<br />

la oración resuena el tema de la misericordia de Dios, si bien<br />

en un tono de marcado exclusivismo israelítico.<br />

Otra bella plegaria es el Qaddis («Santo»); la propia lengua<br />

aramea en la que está compuesta es ya índice de su antigüedad,<br />

así como de su carácter popular. Por otra parte, la afinidad de<br />

su comienzo con la primera parte del «Padre nuestro» (Le 11,2;<br />

Mt 6,9-<strong>10</strong>) advierte que Jesús debía estar familiarizado con ella<br />

desde su más tierna infancia. La mención más antigua que<br />

conservamos de ella es ya de rabbí Nehorai, en torno al 150<br />

(cf. Sifré Dt 22,3; § 306, 132b).<br />

13. La oración del Qaddis 18<br />

Glorificado y santificado sea su gran nombre (yitgadal w e yitqadas<br />

s e méh raba') en el siglo que él creó según su beneplácito. Haga<br />

él reinar su realeza (yimlók malkütéh) durante vuestras vidas y<br />

en vuestros días y por los días de toda la casa de Israel, pronta<br />

y rápidamente. Y decid: ¡Amén!<br />

Bendito sea su gran nombre por siempre, por los siglos de los<br />

siglos. Bendito, alabado, glorificado, ensalzado, exaltado, magnificado,<br />

cantado y enaltecido sea el nombre del Santo, ¡bendito<br />

sea él!, más y por encima de cualquier bendición, de cualquier<br />

cántico, de cualquier alabanza y consolación que se pronuncia<br />

en el siglo. Y decid: ¡Amén!<br />

Que vuestra plegaria sea acogida y vuestra súplica se vea atendida<br />

junto a la súplica de toda la casa de Israel, delante del Padre<br />

nuestro que está en el cielo (qádam ' e büna' d e bismayá').<br />

El cielo produzca gran paz, socorro, redención, sosiego, vida,<br />

abundancia, salvación (wisü c áh), consuelo, seguridad, remedio,<br />

rescate, largueza y liberación para vosotros y para nosotros y<br />

para la entera comunidad (q e halhón) de toda la casa de Israel,<br />

para la vida y la paz. Y decid: ¡Amén!<br />

18. Cf. G. Dalraan, o.c, p. 305; J. Bonsirven, o.c., p. 3; I. Elbogen, o.c.,<br />

pp. 92-98.<br />

EL HUMUS JUDAICO 45<br />

Es una plegaria de conclusión (que probablemente fue<br />

ampliándose con el tiempo), para recitar después de otras<br />

oraciones o al finalizar el culto sinagogal. Es evidente su tono<br />

escatológico, sobremanera cuando invoca la manifestación de<br />

la realeza de Dios (= «Venga a nosotros tu reino»), el cual es<br />

llamado explícitamente «Padre nuestro».<br />

El momento cumbre del culto sinagogal era la lectura de<br />

la Biblia 19 . En el siglo I no existía probablemente un calendario<br />

fijo de lecturas; una lectio continua se organiza sólo en el siglo II<br />

(con ciclo trienal en Palestina y anual en Babilonia). Cada vez<br />

se leía un trozo de la Torah y a continuación otro sacado de<br />

los Profetas (Isaías preferentemente) (cf. Hch 13,15; M. Sot.<br />

7,8; Le 4,16-17), elegidos de tal manera que entre ambos se<br />

diese cierta conexión; con tal fin, al escribir los rollos se dejaban<br />

espacios oportunos para separar las perícopas. Mientras en la<br />

diáspora occidental la lectura se hacía directamente del texto<br />

griego (= traducción de los LXX), excepción hecha, tal vez,<br />

de las sinagogas denominadas «de los hebreos» en Roma (cf.<br />

CU 291, 317, 5<strong>10</strong>, 535) y en Corinto (cf. ib. 718), en Palestina<br />

(y en la diáspora nororiental, en Siria y Babilonia), la lectura<br />

se hacía, en cambio, del texto hebreo. Pero, puesto que en<br />

estos lugares la lengua que hablaba el pueblo era el arameo,<br />

se precisaba siempre de un traductor o intérprete, llamado<br />

Meturgeman, distinto del lector (cf. M., Meg. 4,4.<strong>10</strong>).<br />

Así nacieron los Targumim, o traducciones arameas de la<br />

Biblia hebrea, que son muy importantes también para la comprensión<br />

adecuada de muchos pasajes del NT 20 . No se trata ni<br />

de versiones literales ni de comentarios, sino de paráfrasis más<br />

o menos extensas. La regla a seguir la daba, en forma de<br />

19. Cf. Ch. Perrot, La lecture de la Bible dans la Synagogue. Les anciennes<br />

lectures palestiniennes du Shabbat et des fétes, Hildesheim 1973; La lecture de<br />

la Bible dans les synagogues au premier siécle de notre ere, Maison-Dieu 126<br />

(1976,2) 24-41.<br />

20. Véase M. McNamara, / Targum e il Nuovo Testamento, Dehoniane,<br />

Bologna 1978; R. Le Déaut, Targumic Literature and New Testament Interpretation,<br />

BThB 4(1974)243-289. Para una presentación de todos los Targumim<br />

existentes, con indicación de las ediciones de los textos, cf. M. McNamara,<br />

ib., pp. 199-229.

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