ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10
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176 <strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />
de un mozo que tenía la rabia, así como del perro que le había<br />
mordido (cf. 6,43). Veamos el del endemoniado 34 .<br />
87. Apolonio de Tiana cura a un endemoniado (Filóstrato, Vita<br />
4,20)<br />
...El jovencito derramó sobre su discurso una carcajada extensa<br />
y desvergonzada. Y Apolonio, levantando su mirada hacia él,<br />
dijo: «No eres tú quien te comportas con ese descaro, sino el<br />
demon que te impulsa sin tú saberlo». Estaba efectivamente<br />
poseído por démones el jovencito. Pues se reía con lo que ningún<br />
otro, y pasaba al llanto sin tener motivo. Además, conversaba<br />
y cantaba para sí mismo. La gente creía que era su juventud<br />
retozona la que le impulsaba a aquello, pero él realmente era<br />
el intérprete del demon y daba la impresión de estar embriagado,<br />
con el comportamiento de un borracho que tenía entonces. Al<br />
verlo Apolonio, el espectro prorrumpió en cuantos gritos de<br />
pavor y cólera son propios de quienes se están quemando o<br />
sometidos a tormento, y juraba que saldría del jovencito y que<br />
no se apoderaría de ningún hombre. Pero al hablarle Apolonio<br />
con cólera, como un amo a un esclavo picaro, ruin, descarado<br />
y demás, y al exhortarle a que se marchara dejando constancia<br />
de ello dijo: «Tumbaré tal estatua» —aludiendo a una de las de<br />
junto al Pórtico Real, ante el que esto sucedía. Cuando la estatua<br />
osciló primero, luego cayó, ¿cómo podría pintar alguien el<br />
alboroto consecuente, y cómo aplaudían por el prodigio? El<br />
jovencito, como acabado de salir del sueño, se frotó los ojos y<br />
miró hacia los rayos del sol. Le entró vergüenza al tener todos<br />
la atención vuelta hacia él... volvió a su propia naturaleza....<br />
se volvió al amor de la severidad y del manto de filósofo y<br />
quedó como desnudo para adoptar los hábitos de Apolonio.<br />
Pero en el conjunto de la voluminosa Vida de Apolonio los<br />
milagros tienen escaso relieve. Su finalidad no es otra que la<br />
de manifestar la soberana libertad del sabio; así, por ejemplo,<br />
34. *Cf supra nota 28.<br />
EL HUMUS GRECORROMANO 177<br />
cuando estando prisionero en Roma se libra de los grilletes<br />
para, a continuación, entrar de nuevo por su pie, explica a su<br />
discípulo: «He aquí una demostración de mi libertad» (7,38).<br />
Pero «no hay ningún relato detallado de un milagro en el que<br />
Apolonio sea calificado de divino... Esto sugiere que el tema<br />
del d-elog ávrjo no pertenece al estadio de la tradición de los<br />
milagros... Sus milagros no son sino ilustración secundaria del<br />
poder y de la sabiduría» 35 . Los milagros evangélicos de Jesús,<br />
mucho más numerosos, han de ser comprendidos en un muy<br />
diverso contexto de fe y de conversión: esto es lo que prima,<br />
sobre el mero prodigio. Por otra parte, eventuales paralelismos<br />
no son suficientes para rechazar la historicidad de los milagros<br />
de Jesús en su conjunto.<br />
D. DE LA RELIGIÓN TRADICIONAL<br />
A LOS CULTOS MISTÉRICOS<br />
a) La religión, tanto en Grecia como en Roma, estaba<br />
tradicionalmente ligada a la polis o al estado. A los atenienses<br />
que preguntaban qué cultos {religiones) se deberían mantener,<br />
el oráculo de Delfos respondió: «Los que pertenecen a las<br />
costumbres de los antepasados» (eas quae essent in more maiorum:<br />
Cicerón, De leg. 2,39-40). Y en la tradición de los antiguos<br />
había un abigarrado Olimpo o Panteón, jerarquizado y marcadamente<br />
antropomórfico. La relación con estos dioses, tanto<br />
para el griego como para el romano, forma parte de la estructura<br />
ordinaria de la vida social. Zeus de Olimpia, Apolo de Delfos<br />
o de Dídima, Artemisa de Efeso, Júpiter Capitolino, condicionan<br />
el entramado sociopolítico del mundo antiguo 36 . Ahora bien,<br />
en la época helenista se va a abrir camino la idea de que los<br />
dioses, al igual que los hombres, están sometidos a un principio<br />
superior, ciego y uniforme, la Anánke; así, el poeta Filetas<br />
(muerto hacia el 280 a.C.) escribe el siguiente epigrama: «Pode-<br />
35. A. George, en. X. León Dufour, ed., / miracoh di Gesú secando ü<br />
N T , Brescia 1980, p. 89.<br />
36. Ver respectivamente' I. Chirassi Colombo, La rehgwne in Grecia, UL<br />
640, Barí 1983, J. Scheid, La rehgwne a Roma, UL 620, Barí 1983.