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ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10

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<strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />

dios por medio del sacerdote invitaba a participar de su alegría<br />

y a estrechar los lazos de unión de los fieles entre sí y consigo<br />

mismo. Veamos a este propósito dos pasajes escritos en piedra<br />

en los que el sacerdote dirige dicha invitación a los fieles. Su<br />

fecha hay que situarla en la segunda mitad del siglo I a.C.<br />

90. El banquete de Zeus Panamaros 43<br />

[n° 11] El mismo [= sacerdote de Zeus]. Respecto a los rodios.<br />

Aun cuando el dios llama (xaleí) a todos los hombres a su<br />

convite (ém xr¡v koxiaoiv) y ofrece a todos los que a él<br />

acuden una mesa común e igualmente honorable (xoivrjv xái<br />

loérifiov roáne^av), con todo, estimando que vuestra ciudad<br />

es digna de particular honor tanto por vuestra reputación, oh<br />

rodios, como por el mutuo parentesco (ovyyéviav) entre nuestras<br />

ciudades, así como por la comunión en las mismas cosas santas<br />

(x&v ÍEQWV xoivwvíav), os invito a venir ante el dios (xaXw<br />

jtQÓg xbv éeóv), y exhorto también a todos los habitantes<br />

de la ciudad a compartir la alegría junto a él (xrjq TiaQ'aixw<br />

pLExt%iv eiq)Qoovvr¡g), y también a los de Caria y a los rodios<br />

que habitan entre nosotros; nos alegrará que acojáis mi carta<br />

(xrjv émaxoXf¡v fiov) y que le prestéis la debida consideración.<br />

[n° 12] El mismo. El dios de nuestros padres invita al banquete<br />

(totiát,ei) a todos los hombres, pero conviene al sacerdote<br />

(xbv ÍEQÉa) convocar ante todo a vuestra ciudad a su misterio<br />

(jtQÓg xb aixov ixvoxfjQLOv).<br />

En el n° 14 de las inscripciones de Panamara se habla de<br />

aquellos que disfrutan la misma «comunión en las cosas santas»<br />

(xoivcovía xwv ÍEQWV), y en el n° 15 se invita «a la participación<br />

de las cosas santas» (eig xrjv x&v ÍEQWV<br />

¡lExovoíav). Idéntico vocabulario emplea s. Pablo en contexto<br />

eucarístico, tanto en tono positivo (cf. ICor <strong>10</strong>,16-17) como<br />

polémico (cf. ib. 8,<strong>10</strong>; <strong>10</strong>,21 y sobre todo 27).<br />

43. Cf. el texto original en: J. Hatzfeld, Inscriptions de Panamara, Bulletin<br />

de Correspondance Hellénique 51 (1927) 57-122, pp. 73-74.<br />

EL HUMUS GRECORROMANO 185<br />

La práctica de la invitación a un banquete sagrado era algo<br />

muy común. Por ejemplo, en un papiro egipcio del siglo II d.C.<br />

leemos: «Queremón te pide comer (deiJTvfjoai) en el edificio<br />

del Sarapeion en la mesa del Señor Sarapis (e/g xksívnv xov<br />

XVQÍOV Zagámóog) mañana, esto es, día 15, a partir de la<br />

hora nona» (P. Oxy. 1<strong>10</strong>); véase la celebración del dios como<br />

anfitrión y simposiarca en Elio Arístides, Orat. 45,27'. De igual<br />

modo en el ámbito del epicureismo se practicaba un banquete<br />

mensual, dispuesto por el fundador «en memoria (e/g xf¡v...<br />

fivrjixrjv) nuestra y de Metrodoro» (Dióg. L. <strong>10</strong>,18; así ya<br />

Cicerón, De fin. 2,<strong>10</strong>1; ut et sui et Metrodori memoria colatur;<br />

cf. ICor 11,25; Le 22,19). El uso del término fivoxr¡Qiov en<br />

la inscripción n° 12 (cf. igualmente la n° 17) de Panamara alude<br />

a una celebración particularmente reservada e íntima con el<br />

dios. El NT no usa el vocablo en tal sentido, pero el fenómeno<br />

de los cultos mistéricos es típico de su ambiente religioso y<br />

presenta algún que otro paralelo.<br />

b) Los cultos mistéricos ofrecían a mayores algo que ni la<br />

religión oficial ni la filosofía podían dar: la certidumbre de una<br />

protección especial de la divinidad sobre el individuo, en su<br />

dimensión terrestre y en la ultraterrena (cf. Apuleyo, Metam.<br />

11,6: Vives in mea tutela gloriusus, dice Isis a Lucio). Eran<br />

religiones en las que el factor decisivo lo constituía la salvación.<br />

Y su soteriología se expresaba en ritos (baños, aspersiones de<br />

sangre, banquetes, etc.) más que en enseñanzas teológicas.<br />

Bajando a lo concreto, y a diferencia de los dioses del Olimpo,<br />

bienaventurados e impasibles, las divinidades mistéricas soportan<br />

un destino de sufrimiento y de muerte («pasión» = ná&r¡:<br />

Luciano, De dea syria 6), que les hace más cercanos a los<br />

mortales; más aún, éstos ven en ellos su propio paradigma. Y<br />

esto es cierto aun cuando dicho destino no tiene densidad<br />

histórica alguna, sino que se expresa tan sólo en el ciclo anual<br />

de la vegetación (nadie lo ha dicho mejor que Salustio Segundo<br />

Saturnino, un autor del siglo IV, en su obra De diis et mundo<br />

4,9: «Estas cosas no sucedieron nunca, pero siempre están ahí»<br />

= xavxa ÓE éyévEXo fiév OÍÓEJIOXE, EOXL ÓE áeíl). La<br />

exigencia de una iniciación (xEXsxfj) específica, así como la<br />

imposición de la disciplina del arcano (cf. SIG 873: áJtóQQrjxa

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