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ORÍGENES DEL CRISTIANISMO - 10

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60 <strong>ORÍGENES</strong> <strong>DEL</strong> <strong>CRISTIANISMO</strong><br />

en bienestar, eso no significa que sus pecados hayan sido perdonados<br />

[cf. Le 12,15].<br />

En los midrasim son muy frecuentes las parábolas, como<br />

las dos que hemos visto aquí. Veamos otra de Sifra Lv., que<br />

ofrece la antítesis exacta de la parábola de los jornaleros de la<br />

viña de Mt 20,1-16; este texto puede explicar el escándalo<br />

provocado por Jesús, cuya parábola trastoca por completo los<br />

términos.<br />

21. Del midras Sifra Lv. 26,9<br />

[Comentario a la frase: «Yo me volveré hacia vosotros»] ¿Con<br />

qué se puede parangonar? Con un rey que contrató a muchos<br />

operarios. Había un operario que trabajó con él muchos días.<br />

Los operarios vinieron a recibir su salario, y con ellos vino<br />

también éste. El rey le dijo: «Hijo mío, yo me volveré hacia<br />

ti». Todos estos operarios han hecho poco trabajo conmigo y<br />

yo les daré poco salario. Pero para ti debo calcular una suma<br />

considerable». De igual modo los israelitas, en este mundo,<br />

pidieron al Lugar [cf. supra: n° 20] su salario, y también las<br />

naciones del mundo pidieron delante del Lugar su salario. Y el<br />

Lugar dijo a Israel: «Hijos míos, yo me volveré hacia vosotros.<br />

Estas naciones del mundo hicieron poco trabajo para mí, y yo<br />

les daré un salario pequeño. Pero para vosotros tendré que<br />

calcular una suma considerable». Por eso está dicho: «Yo me<br />

volveré hacia vosotros».<br />

Detengámonos ahora en dos milagros de R. Haninah ben<br />

Dosah ([¿segunda?] mitad del siglo I d.C), del que la tradición<br />

dice que era «uno de esos por cuyo motivo Dios se muestra<br />

benigno para con toda su generación» (TB Hag. 14a).<br />

22. TB Ber. 34b (milagros de R. Haninah ben Dosah) 27<br />

...En cierta ocasión el hijo de Rabbán Gamaliel enfermó; su<br />

padre mandó dos sabios a casa de R. Haninah ben Dosah para<br />

27. Cf. supra: nota 22.<br />

*Cotejamos también la versión castellana de D. Romano, Antología...,<br />

p. 29.<br />

EL HUMUS JUDAICO 61<br />

pedirle que implorase la misericordia divina. Después de haber<br />

hablado con ellos subió a la terraza e invocó para él (el enfermo)<br />

la misericordia divina. Al bajar les dijo: id, la fiebre le ha<br />

abandonado. —¿Acaso eres profeta, le preguntaron, para<br />

saberlo? —Ni soy profeta ni hijo de profeta, les respondió; pero<br />

he aquí cuál es la tradición recibida: Si pronuncio mi oración<br />

con facilidad, sé que ha sido aceptada; en caso contrario no ha<br />

sido aceptada. Entonces los dos sabios se sentaron y anotaron<br />

la hora exacta, y al regresar junto a Rabbán Gamaliel se la<br />

dieron a conocer. ¡Juro por el culto, exclamó, que es exacto:<br />

ni un momento antes ni un instante después, la fiebre abandonó<br />

a mi hijo, que me pidió agua para beber.<br />

Otro hecho le sucedió a R. Haninah ben Dosah: Fue él a enseñar<br />

la Ley en la escuela de R. Johanán ben Zakkay; el hijo de este<br />

último cayó enfermo; entonces le dijo: Haninah, hijo mío, invoca<br />

para nosotros la misericordia divina a fin de que conserve la<br />

vida. El otro inclinó la cabeza entre las rodillas e invocó la<br />

misericordia divina y el muchacho curó.<br />

Llama la atención la semejanza entre la primera de estas<br />

dos curaciones y la operada por Jesús que nos transmite Jn<br />

4,46-54; no hay que excluir que el paralelismo sobre la hora<br />

exacta dependa de una fuente haggádica común desconocida<br />

para nosotros.<br />

Aparecen más milagros en otros textos: por ejemplo en M.<br />

Taan. 3,8 (la lluvia invocada por Honni ha-Me'aggel, hacia el<br />

año <strong>10</strong>0 a.C); TP Tann. 3,12,67a («Cuando R. Adda ben<br />

Ahava [=siglo III d.C] deseaba que lloviese, bastaba con que<br />

se quitase la sandalia para que comenzara a llover; si se quitaba<br />

las dos sandalias, se inundaba la tierra»).<br />

Estos relatos de milagros, a diferencia de los evangélicos,<br />

no aparecen vinculados a la demostración de la fe, sino a meras<br />

necesidades individuales (a veces gratuitas).<br />

La tradición rabínica, con todo, ofrece también una fuerte<br />

oposición a los milagros: «Al igual que con la mañana fenece<br />

la noche, así también todos los milagros acabaron con Ester»<br />

(TB Yom. 29a); «Cuando es probable que se sufra un daño<br />

no hay por qué contar con un milagro» (TB Qidd. 39b); «No<br />

hay que llamarse a prodigios» (sobreentendido: para asentar<br />

una halakah) (TB Ber. 60a).

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