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Por qué amamos – Helen Fisher

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HbL-KN FlSHER<br />

seleccionador de rasgos que le permitan discriminar entre estas se­<br />

ñales del cortejo, preferir algunas y escoger a una pareja específica.<br />

<strong>Por</strong> tanto, sugiere que simultáneamente a la evolución de nues­<br />

tras capacidades humanas superiores físicas y mentales, surgió la<br />

«maquinaria mental» o el «equipamiento de elección sexual» para<br />

discriminar entre estas estratagemas del cortejo. De ahí que nues­<br />

tros antecesores desarrollaran un gusto por el talento lingüístico,<br />

los dibujos artísticos en la arena, la oratoria carismática, la fortaleza<br />

moral y muchas otras cualidades humanas en auge, así como unas<br />

aptitudes para discriminar, recordar y evaluar estas invitaciones al<br />

cortejo.<br />

Pero Miller no sugiere nada en concreto sobre <strong>qué</strong> es lo que re­<br />

almente permite al seleccionador de rasgos preferir una táctica de<br />

cortejo en lugar de otra, limitándose a explicar que se trata de algo<br />

parecido a un «gran medidor de placer» en el cerebro, y que las en-<br />

dorfínas (los analgésicos naturales del cerebro) podrían estar im­<br />

plicadas.<br />

Mi hipótesis es que este medidor del placer son los circuitos ce­<br />

rebrales del amor romántico, orquestados en gran medida por las<br />

redes de dopamina a través del núcleo caudado y otras rutas de re­<br />

compensa del cerebro. A medida que nuestros antecesores, hom­<br />

bres y mujeres, iban discriminando entre las diversas oportunida­<br />

des de apareamiento, los circuitos cerebrales más importantes para<br />

la atracción animal iban evolucionando hacia el amor romántico<br />

con el objeto de ayudar al seleccionador a elegir a una determina­<br />

da pareja, perseguir a este ser amado ávidamente y dedicar todo su<br />

tiempo y energía al cortejo de este trofeo reproductivo.<br />

¿Cuándo y dónde comenzaron nuestros antepasados a necesitar<br />

unas aptitudes lingüísticas complejas y una infinidad de otros talen­<br />

tos asombrosos para conseguir pareja? Los chimpancés no necesi­<br />

tan la poesía o la música de una guitarra para llevarse a la cama a<br />

una pareja. ¿Qué fue lo que desencadenó la evolución de esta miría­<br />

da de talentos humanos especiales y los circuitos cerebrales para<br />

sentirse atraídos irresistiblemente por unos y no por otros? ¿El<br />

amor romántico?<br />

Todo empezó, como decía Dryden, «cuando el noble salvaje co­<br />

rría libre por la selva».<br />

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