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Por qué amamos – Helen Fisher

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POR QUÉ AMAMOS<br />

se vino a vivir a casa de los Marshall. Thomas dice sobre los celos de<br />

Violeta: «Lo que más le molestaba a Violeta de María era que a Bin¬<br />

go le gustara tanto. Ignorando a Violeta, Bingo se dedicaba cada<br />

día a intentar conquistar a María, paseándose a su lado con las ore­<br />

jas gachas, una expresión dulce en su cara y moviendo la cola lige­<br />

ramente. A menudo Violeta intentaba impedírselo». No hubo suer­<br />

te. Al final Violeta «se retiró a una esquina lejana, se sentó allí,<br />

resignada, y se deprimió» 37 .<br />

Nuestros parientes cercanos, los chimpancés «comunes» y los<br />

bonobos, también pueden ser muy posesivos, incluso aunque sean<br />

promiscuos por naturaleza. En el punto álgido del celo, la hembra<br />

visita a menudo a un macho y luego a otro, llegando en ocasiones a<br />

copular con una docena de pretendientes en un solo día. La mayo­<br />

ría de ellos esperan pacientemente su turno. Pero algunos chimpan­<br />

cés machos se vuelven posesivos. Ya medida que aumenta su pasión,<br />

van intentando establecer una relación exclusiva con una hembra<br />

determinada.<br />

Así ocurrió con Satán, un chimpancé que vivía en la reserva de<br />

Gombe, en Tanzania. Jane Goodall describió la incipiente relación<br />

entre Satán y Miff. Miff acababa de entrar en celo y todos los ma­<br />

chos lo sabían. La mañana había comenzado movida y ella había<br />

ido pasando de un macho a otro, ofreciéndoles sus nalgas y copu­<br />

lando con cada uno. El día fue avanzando y, uno por uno, los ma­<br />

chos frieron desapareciendo entre los arbustos para comer o des­<br />

cansar. Satán esperó a que se marchara el último de los restantes<br />

admiradores. Entonces, cuando Miff se disponía a seguirlos, Satán<br />

dio un salto y se interpuso en su camino, comenzando a andar<br />

como si nada en una dirección diferente a la que habían tomado el<br />

resto de los machos. Continuamente iba mirando por encima del<br />

hombro para ver si ella le seguía. Yasí era.<br />

Media hora después, Miff oyó a los demás machos llamarla des­<br />

de el follaje. Durante un momento miró en la dirección de donde<br />

venían las voces y luego directamente a Satán, que estaba movien­<br />

do las ramas impacientemente para distraerla. Ella se paró como si<br />

estuviera sopesando las alternativas. Después siguió a Satán por la<br />

cresta de la montaña hasta llegar a un valle cercano, lejos del resto<br />

de los machos 38 .<br />

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