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Por qué amamos – Helen Fisher

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ADICTOS AL AMOR<br />

l*OR QUÉ AMAMOS<br />

De hecho, la poesía y la literatura mundial se refieren a la pasión<br />

amorosa como una forma de hambre. En el Cantar de los Cantares,<br />

el antiguo poema hebreo, la esposa exclama: «Muero de hambre<br />

por su amor» 3 . En la fábula china «La diosa dejade», Chang Po le<br />

dice a su amada Meilan: «Tengo ansia de verte» 4 . En la leyenda ára­<br />

be, Majnun gritaba: «Mi amada, envíame un saludo, un mensaje,<br />

una palabra. Tengo hambre de una señal, un gesto tuyo» 5 . YRichard<br />

De Fournival, en su libro Bestiario de amor, escrito en el siglo XIII, de­<br />

cía de esta magia: «El amor es un fuego inextinguible, un hambre<br />

insaciable».<br />

Debido a que el amor romántico provoca tal euforia, a que es<br />

una pasión tan extraordinariamente difícil de controlar y a que pro­<br />

duce ansia, obsesión, compulsión, distorsión de la realidad, depen­<br />

dencia emocional y física, cambio de personalidad y pérdida del au­<br />

tocontrol, muchos psicólogos consideran el amor romántico como<br />

una adicción, una adicción positiva cuando es correspondido y una<br />

fijación tremendamente negativa cuando es rechazado y no pode­<br />

mos deshacernos de él 6 .<br />

Nuestro experimento de IMRf con personas enamoradas re­<br />

fuerza esta hipótesis: el amor romántico es una droga adictiva.<br />

Directa o indirectamente, casi todas las drogas afectan a un mis­<br />

mo recorrido cerebral, el sistema de recompensa mesolímbico, ac­<br />

tivado por la dopamina 7 . El amor romántico estimula partes de este<br />

recorrido con la misma sustancia. De hecho, cuando los neurólo­<br />

gos Andreas Bartels y Semir Zeki compararon los escáneres cere­<br />

brales de sus sujetos enamorados con los de hombres y mujeres que<br />

habían consumido cocaína u opiáceos, comprobaron que se activa­<br />

ban muchas de las mismas regiones cerebrales, incluida la corteza<br />

insular, la corteza angulada anterior, el caudado y el putamen 8 .<br />

<strong>Por</strong> otra parte, el amante que está bajo este influjo muestra los<br />

tres síntomas clásicos de la adicción: tolerancia, abstinencia y rein­<br />

cidencia. Al principio, el amante se conforma con ver a su ser ama­<br />

do de vez en cuando. Pero a medida que la adicción aumenta, nece-<br />

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