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Por qué amamos – Helen Fisher

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POR QUÉ AMAMOS<br />

Pero la cocina aceleró además la evolución del cerebro huma­<br />

no, debido a una interesante razón. Los animales gastan una gran<br />

cantidad de energía metabólica en construir y mantener su cora­<br />

zón, hígado, ríñones, estómago e intestinos. Emplean aun más ener­<br />

gía en construir y alimentar su cerebro. Así que los animales tienen<br />

que administrar bien sus recursos. Y dado que las criaturas que se<br />

alimentan fundamentalmente de hojas deben destinar una enor­<br />

me cantidad de energía a sus órganos digestivos, no pueden permi­<br />

tirse tener también un cerebro complejo 13 . Sin embargo, los que<br />

comen carne cuentan con una energía adicional cuyo destino es<br />

aumentar la capacidad de su cerebro.<br />

Yeso es exactamente lo que hizo el homo erectus. El muchacho de<br />

Turkana tenía una capacidad craneal de aproximadamente 880<br />

centímetros cúbicos. Y algunos de sus parientes alcanzaban un volu­<br />

men cerebral de incluso 1.000 centímetros cúbicos, lo que no queda<br />

demasiado lejos de la capacidad craneal humana en la actualidad, de<br />

aproximadamente 1.325 centímetros cúbicos.<br />

Menuda inversión. Aunque el cerebro humano sólo representa<br />

un 2 por ciento de nuestro peso corporal, consume el 25 por ciento<br />

de la energía metabólica y el 40 por ciento de nuestra glucosa en<br />

sangre. Miles de genes, hasta un tercio de nuestro genoma, dirigen<br />

su desarrollo. Durante su primer año de vida, los niños invierten el<br />

50 por ciento de su energía metabólica sólo en construir y perfec­<br />

cionar los mecanismos cerebrales 14 . <strong>Por</strong> otra parte, el más ligero<br />

error en estos procesos puede dañar gravemente el funcionamien­<br />

to cerebral. Así pues, la evolución del cerebro del homo erectus resul­<br />

tó extraordinariamente costosa, además de altamente vulnerable a<br />

mutaciones y deficiencias.<br />

Este magnífico órgano debe de haber servido a unos propósitos<br />

cruciales: entre ellos quizá estuviera el de impresionar a las poten­<br />

ciales parejas con nuevas dotes lingüísticas, artísticas, morales u<br />

otras formas de talento igualmente seductoras.<br />

Sin embargo, este aumento del tamaño del cerebro ocasionó<br />

problemas a las mujeres; un dilema obstétrico que en mi opinión<br />

favoreció la evolución del amor romántico.<br />

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