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Por qué amamos – Helen Fisher

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HELEN FISHER<br />

de nuestro verdadero amor encima de nuestra mesa de trabajo. Ade­<br />

más, como recordarán, esta reacción visceral ante las imágenes vi­<br />

suales tiene una explicación antropológica. Los humanos evolucio­<br />

naron a partir de unos antepasados que vivían en los árboles y que<br />

necesitaban una magnífica vista para sobrevivir a esa altura sobre el<br />

suelo. Los que tenían mala vista seguramente calculaban mal don­<br />

de estaban los frutos y las flores y, al no acertar al saltar de una rama<br />

a otra, se caían y se rompían la crisma. Como consecuencia, todos<br />

los primates superiores tienen grandes regiones cerebrales dedica­<br />

das a la percepción y la integración de los estímulos visuales. Efecti­<br />

vamente, los psicólogos han insistido durante décadas en la fun­<br />

ción tan importante que desempeñan las manifestaciones visuales<br />

a la hora de estimular los sentimientos de la atracción romántica 17 .<br />

Este experimento nos confirmó que las fotografías de la perso­<br />

na amada provocan ciertamente la felicidad romántica. Nuestro<br />

diseño experimental era sólido. Podíamos empezar a pasar a los<br />

amantes por el escáner cerebral en busca de los circuitos del éxta­<br />

sis romántico.<br />

EL EXPERIMENTO<br />

«¿Acabas de enamorarte locamente?» Utilizamos de nuevo esta<br />

frase en otro cartel que colocamos en el tablón de anuncios de Psi­<br />

cología del campus de la SUNYde Stony Brook. Pero esta vez re­<br />

queríamos hombres y mujeres dispuestos a tumbarse dentro de<br />

una máquina, un espacio rectangular, oscuro y estrecho, para que<br />

escaneáramos sus cerebros. Una vez más buscábamos sólo a perso­<br />

nas que se hubieran enamorado locamente en los últimos meses o<br />

semanas y cuyos sentimientos románticos fueran recientes, vividos,<br />

incontrolables y apasionados.<br />

No fue difícil encontrarlas. En palabras de John Donne, «El<br />

amor, igual a sí mismo, no sabe de estaciones, ni de clima, ni de<br />

horas, días o meses, esos harapos del tiempo» 18 . El amor florece en<br />

todas partes, en cualquier época. Inmediatamente empezaron a<br />

llamar estudiantes al laboratorio de psicología de Art para presen­<br />

tarse voluntarios. Deb descartó a los que llevaban algo de metal en<br />

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