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Por qué amamos – Helen Fisher

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POSESIÓN<br />

HE1.EN FISHER<br />

«Dame por compasión todo de ti—tu alma— / No me niegues<br />

ni un átomo de átomo o moriré». Keats quería poseer cada peque­<br />

ña parte de su amada. Muchas otras criaturas comparten este senti­<br />

miento. Algunos pájaros y mamíferos lucharán casi hasta la muerte<br />

para poseer a un amante de manera exclusiva.<br />

<strong>Por</strong> ejemplo, durante la época del celo del mes de junio, el ma­<br />

cho de oso pardo vigila a su hembra durante varios días e incluso<br />

semanas, aunque al poco se marchará si encuentra otras oportu­<br />

nidades de aparearse. Observando a un veterano oso pardo del<br />

Parque Nacional de Yellowstone, el naturalista Thomas McNamee<br />

escribe: «Se tendía en el nido de hojas y ramas que era su cama<br />

diurna, pasando una garra protectora y posesiva por el hombro de<br />

ella. Cuando otros osos pardos se acercaban... un solo gruñido so­<br />

lía bastar para que el competidor se alejara» 35 .<br />

Un desdichado ejemplo de esta posesión es el que observó el<br />

zoólogo David Barash en el pájaro azulejo de montaña 36 . La épo­<br />

ca del celo había comenzado, y un macho y una hembra de azule­<br />

jos habían construido su nido y se habían establecido en él. Sin<br />

embargo, mientras el macho estaba fuera buscando comida, Ba­<br />

rash colocó un macho de azulejo disecado en una rama del árbol<br />

que estaba cercana al nido. Cuando el «marido» volvió y vio al in­<br />

truso, atacó cruel y repetidamente al muñeco. Luego se volvió a su<br />

pareja y también la atacó brutalmente, rompiéndole dos de las<br />

plumas que son más necesarias para el vuelo. Ella huyó. El macho<br />

no tardó mucho en aparecer con una nueva hembra con la que<br />

crió una nidada.<br />

Mientras que la posesión empuja a algunas criaturas a la violen­<br />

cia, los celos sumergen a otros en la depresión. ¿Recuerdan a Viole­<br />

ta, la doguilla que estaba enamorada de Bingo? Violeta adoraba a<br />

su «marido». Eran una pareja. «Al igual que si fueran un matrimo­<br />

nio, tenían sus acuerdos privados», escribe Elizabeth Marshall Tho­<br />

mas, incluso sobre «cómo les gustaba dormir». Los problemas de<br />

Violeta comenzaron el día en que lajoven y hermosa husky, María,<br />

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