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Por qué amamos – Helen Fisher

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HEI .EN FISHER<br />

Tia y Bad Bull no se separaron uno del otro durante los tres días<br />

siguientes, dándose golpecitos y acariciándose constantemente en­<br />

tre cópula y cópula. Pero cuando el ciclo estral de Tia desapareció,<br />

Bad Bull se marchó en busca de otras hembras fértiles. Como escri­<br />

bió Moss en su maravilloso libro Los elefantes: «Personalmente, no<br />

puedo imaginar por <strong>qué</strong> Tia quería aparearse con Bad Bull, pero<br />

puede que ella viera en él algo que yo no veía» 3 .<br />

¿Sería amor? ¿Un enamoramiento temporal? ¿Encaprichamien-<br />

to? Tia y Bad Bull centraron su atención por completo el uno en el<br />

otro. Ambos desplegaron una intensa energía. Ninguno comía ni<br />

dormía como lo suelen hacer los elefantes. Y se tocaban y «habla­<br />

ban» en voz baja, emitiendo esos sonidos sordos y largos que caracte­<br />

rizan la conversación de los elefantes. Tia parecía sentir una verda­<br />

dera atracción, aunque fuera temporal, por este orgulloso, fuerte y<br />

viril semental.<br />

La vida amorosa de los castores es menos visible. Pero estas cria­<br />

turas también muestran síntomas de intensa atracción durante el<br />

cortejo y el apareamiento. Tomemos el ejemplo de Skipper. Skip¬<br />

per se crió en el Lago de los Lirios (Lily Pond) un estanque del Par­<br />

que Natural de Harriman, en Nueva York, bajo la tutela de su pa­<br />

dre, el «Inspector General», y de su madre, «Lily».<br />

Los castores viven en pequeños grupos familiares. Trabajan y re­<br />

tozan por la noche. Yías crías permanecen con sus padres duran­<br />

te unos dos años, hasta que una noche de primavera se van, con<br />

sus andares de pato, en busca de una pareja para construir su pro­<br />

pio hogar. Así lo hizo Skipper. Se marchó con su hermana Laurel<br />

una noche de luna del mes de abril. La endogamia es frecuente<br />

entre los castores y aquella noche los dos hermanos se mudaron a<br />

un valle cercano para construir una presa y un estanque. Pronto<br />

empezó a brotar el agua. Comenzaron a nacer insectos, que atra­<br />

jeron a las ranas, los ampelis y papamoscas. Los peces comenzaron<br />

a desovar, despertando el apetito de los hambrientos* soTftbrgujos.<br />

En las orillas florecían los sauces, alisos e iris amarillos. Skipper y<br />

Laurel se asentaron allí. Pero, por desgracia, una noche Laurel no<br />

volvió de su habitual paseo en busca de comida entre los arces, ro­<br />

bles y coniferas que poblaban el valle; yacía muerta en una carre­<br />

tera cercana.

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