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Por qué amamos – Helen Fisher

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HELEN FISHER<br />

estas variables humanas marcaba prácticamente diferencia alguna<br />

en las respuestas.<br />

<strong>Por</strong> ejemplo, las respuestas de personas pertenecientes a dife­<br />

rentes grupos de edad no presentaron diferencias significativas en<br />

el 82 por ciento de las preguntas. En el 87 por ciento de ellas, los<br />

hombres y las mujeres estadounidenses respondieron práctica­<br />

mente igual: no hubo apenas diferencias relacionadas con el géne­<br />

ro. Los «blancos» y «otros» estadounidenses respondieron de for­<br />

ma similar al 82 por ciento: la raza no representó apenas ninguna<br />

diferencia en cuanto al fervor romántico. Los católicos y los protes­<br />

tantes no mostraron variaciones significativas en el 89 por ciento<br />

de las cuestiones: la afiliación religiosa tampoco constituyó un factor<br />

diferenciados Ycuando estos grupos sí mostraban en sus respues­<br />

tas diferencias «estadísticamente significativas», generalmente se de­<br />

bía a que uno de ellos era ligeramente más apasionado que el otro.<br />

Las mayores diferencias se producían entre estadounidenses y<br />

japoneses. En la mayoría de las cuarenta y tres cuestiones en las que<br />

se detectaron variaciones estadísticamente significativas, era senci­<br />

llamente porque una nacionalidad expresaba un grado algo supe­<br />

rior de pasión romántica. Yen las doce cuestiones en las que se ma­<br />

nifestaron diferencias claramente significativas, el hecho parecía<br />

deberse en todos los casos a razones culturales obvias. <strong>Por</strong> ejemplo,<br />

sólo el 24 por ciento de los estadounidenses se mostraba de acuer­<br />

do con la afirmación: «Cuando hablo con , a menudo tengo<br />

miedo de decir algo incorrecto», mientras que un aplastante 65<br />

por ciento de los japoneses estaba de acuerdo con ella. Sospecho<br />

que esta variación específica se produjo porque las relaciones con el<br />

sexo opuesto son menores en número y revisten un carácter más<br />

formal en el caso de los jóvenes japoneses que en el de los estadou­<br />

nidenses. <strong>Por</strong> tanto, teniendo todo esto en cuenta, los hombres y<br />

las mujeres de estas sociedades tan diferentes tenían sentimientos<br />

de pasión romántica muy similares.<br />

El amor romántico. El amor obsesivo. El amor apasionado. El<br />

encaprichamiento. Cualquiera que sea el nombre que le demos,<br />

los hombres y las mujeres de cada época y de cada cultura han sido<br />

«seducidos, perturbados y desconcertados» por este poder irresisti­<br />

ble. Estar enamorado eíalgo común a toda la humanidad. Es parte<br />

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