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Por qué amamos – Helen Fisher

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POR QUÉ AMAMOS<br />

tratando de reponerme, me di cuenta de que Bárbara podía ofrecer<br />

una información de un increíble valor científico: podía mostrarnos<br />

lo que ocurría en el cerebro cuando alguien ha sufrido una profun­<br />

da desilusión amorosa.<br />

Así que, disculpándome, le pregunté a Bárbara si estaría dispues­<br />

ta a someterse de nuevo al escáner, esta vez como sujeto experimen­<br />

tal del rechazo amoroso. Le advertí que el hecho de pensar en su<br />

relación mientras se encontraba en el escáner podía desatar senti­<br />

mientos muy poderosos, y le garanticé que hablaría con ella después<br />

de la sesión para tranquilizarla (si era necesario) y que la llamaría a<br />

su casa varios días después de aplicar el procedimiento para asegu­<br />

rarme de que el experimento no había aumentado su desespera­<br />

ción. Sin embargo, le expli<strong>qué</strong>, esta sesión de escáner podría ayu­<br />

dar a otras personas que estuvieran sufriendo lo mismo que ella. Le<br />

propuse con cierta vacilación que hiciéramos el experimento en el<br />

mismo día.<br />

La amable joven aceptó.<br />

Mientras íbamos hacia el laboratorio del escáner, Bárbara cami­<br />

naba arrastrando los pies; parecía que el sufrimiento la ahogaba.<br />

Esto sólo fue el principio. Aunque yo ya imaginaba que Bárbara<br />

estaría muy triste, lo que ocurrió justo al terminar el experimentó<br />

me dejó estupefacta. Bárbara se levantó de golpe de la camilla del<br />

escáner y salió dando un portazo, marchándose enseguida del edi­<br />

ficio. No me dio tiempo a hablar con ella, ni tampoco esperó a co­<br />

brar los cincuenta dólares acordados como compensación por par­<br />

ticipar en el proyecto. Me quedé aún más sorprendida cuando a la<br />

media hora volvió a recoger el dinero. Estaba completamente des­<br />

trozada. Le rogué que se sentara conmigo en la sala de espera. Lo<br />

hizo. Entonces comenzó a hablar.<br />

Me dijo que mientras miraba la foto de Michael durante el expe­<br />

rimento se había acordado de todas sus peleas. «Nunca conseguiré<br />

superarlo», soltó de repente; y luego empezó a llorar. Mientras so­<br />

llozaba, descubrí que a Bárbara le pasaba algo más: estaba furiosa<br />

conmigo. Me miraba entre las lágrimas. De repente gritó: «¿<strong>Por</strong> <strong>qué</strong><br />

quieres estudiar esto?». Siguió despotricando mientras yo la miraba<br />

sin pestañear, demasiado asombrada para poder hablar. Poco a<br />

poco me fui dando cuenta de algo importante: la experiencia ha-<br />

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