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Por qué amamos – Helen Fisher

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H Et JEN FISHER<br />

Para descubrirlo, pusimos en marcha un ingenioso experimen­<br />

to con un aparato al que bautizamos como el amorómetro.<br />

EL «AMORÓMETRO»<br />

En un tablón informativo situado en el campus de la SUNYde<br />

Stony Brook, Art y Deb pusieron un anuncio solicitando hombres y<br />

mujeres enamorados. El anuncio comenzaba con estas palabras en<br />

negrita: «¿Acaba de enamorarse locamente?» «Acaba» y «locamen­<br />

te» eran las palabras operativas. Buscábamos candidatos que estu­<br />

vieran tan intensamente enamorados que apenas pudieran comer<br />

o dormir.<br />

Muchos voluntarios llamaron al departamento de psicología<br />

de Stony Brook para ponerse en contacto con Deb y luego se pre­<br />

sentaron en persona. Deb seleccionó a aquellos que parecían es­<br />

tar verdaderamente enamorados y dio a cada uno varios cuestio­<br />

narios diseñados para conocer su personalidad, sus sentimientos<br />

hacia la persona amada y la duración, intensidad y el momento<br />

que vivía su relación amorosa. Les pidió que volvieran una sema­<br />

na después al laboratorio llevando consigo objetos que les hicie­<br />

ran sentir una intensa pasión romántica hacia el ser amado. Los<br />

estudiantes volvieron con fotografías, cartas, mensajes de correo<br />

electrónico, tarjetas de cumpleaños, grabaciones de música, colo­<br />

nias, recuerdos escritos en hojas de papel y anotaciones sobre he­<br />

chos futuros que imaginaban. Los llevaban como si fueran flores<br />

de cristal.<br />

Luego preparamos a cada sujeto para el experimento. Primero,<br />

Deb les colocaba tres electrodos en diferentes regiones del cuero<br />

cabelludo, conectando de esta manera al participante con un elec-<br />

troencefalógrafo (EEG). Decía a cada uno que estos cables regis­<br />

trarían sus ondas cerebrales durante el experimento. En realidad,<br />

no era cierto; la máquina no estaba conectada. Pero esperábamos<br />

que este engaño estimularía la sinceridad de los voluntarios. Des­<br />

pués, el participante se sentaba enfrente de una pantalla de orde­<br />

nador donde se mostraba un icono que parecía un termómetro<br />

vertical y se le daba una esfera rotativa manual que iba de los cero a<br />

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