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Por qué amamos – Helen Fisher

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HEL.EN FISHER<br />

cita, lo mismo les ocurre a los babuinos de la sabana, como ha de­<br />

mostrado la primatóloga Barb Smuts. Smuts pasó varios años siguien­<br />

do a estas criaturas en sus rutas diarias por las praderas de Kenia y<br />

ha escrito una enternecedora descripción del cortejo entre Thalia<br />

y Alexander.<br />

Todo comenzó cuando Thalia, que era adolescente, alcanzó<br />

el punto álgido del ciclo estral. Llevaba meses evitando a Alexan­<br />

der, otro adolescente que se había unido al grupo de los babuinos<br />

pocos meses antes. Pero aquel atardecer, Thalia y Alexander se ha­<br />

llaban sentados a unos dos metros de distancia el uno del otro so­<br />

bre los acantilados donde los miembros del grupo solían congre­<br />

garse para dormir. Estas fueron las observaciones de Smuts:<br />

Alexander estaba mirando hacia el oeste, con su hocico puntiagudo<br />

señalando al sol que se ocultaba, observando cómo el resto del grupo<br />

iba subiendo hacia los acantilados. Thalia se cepillaba con actitud indi­<br />

ferente, sin prestarle atención. Cada pocos segundos, miraba a Alexan­<br />

der por el rabillo del ojo sin volver la cabeza. Sus miradas fueron hacién­<br />

dose cada vez más largas y su cepillado cada vez más descuidado, hasta<br />

que se quedó mirando fijamente el perfil de Alexander durante largo<br />

rato. Entonces, cuando Alexander se movió y giró la cabeza hacia Tha­<br />

lia, ella bajó inmediatamente la cabeza, contemplándose un pie fija­<br />

mente. Alexander la miró y luego desvió la mirada. Thalia volvió a<br />

mirarle a hurtadillas, pero cuando él la atisbo una vez más, ella se con­<br />

centró de nuevo en su pie... Esta farsa se alargó durante un tiempo. En­<br />

tonces, sin mirarla, Alexander fue acercándose lentamente a Thalia...<br />

Thalia se quedó helada y miró a Alexander a los ojos durante un segun­<br />

do. Luego, cuando él ya estaba llegando a su lado, ella se puso de pie, le<br />

ofreció su trasero y volviendo la cabeza por encima del hombro, empe­<br />

zó a lanzarle miradas nerviosas 10 .<br />

ThaliayAlexander estuvieron juntos hasta el amanecer.<br />

Muchos de los cortejadores de la Naturaleza se ponen nervio­<br />

sos. Al describir a una pareja de avocetas europeas, especie perte­<br />

neciente a la familia de las aves zancudas, Niko Tinbergen escribe:<br />

«Tanto el macho como la hembra se ponen a acicalarse las plumas<br />

de forma apresurada y nerviosa» 11 . La jirafa, una de las criaturas<br />

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