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Por qué amamos – Helen Fisher

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HELEN FISHER<br />

una mayor tendencia a recurrir al alcohol, las drogas o la conduc­<br />

ción imprudente y no a sus familiares o amigos cuando pierden la<br />

esperanza de recuperar a la pareja que les ha rechazado 43 . <strong>Por</strong><br />

otro lado, los hombres tienden menos a revelar su dolor, no de­<br />

jando que su tristeza rebase los límites de su mente 4 4 . Tanto es así<br />

que algunos puntúan bajo en la escala de la depresión debido a que<br />

enmascaran con gran eficacia su sufrimiento, incluso ante ellos<br />

mismos 45 .<br />

Aunque muchos consigan ocultar su tristeza, las entrevistas rea­<br />

lizadas a hombres rechazados y la observación de su rendimiento<br />

laboral, sus hábitos diarios y sus interacciones con los amigos, reve­<br />

lan que con frecuencia están enfermos psicológica y físicamente 46 .<br />

Los hombres también muestran su pena de la forma más dramática<br />

posible: su probabilidad de cometer suicidio cuando la relación<br />

amorosa se desintegra es tres o cuatro veces superior a la de las mu­<br />

jeres 47 . En palabras del poeta John Dryden, «Morir es un placer, /<br />

cuando vivir es un dolor» 48 .<br />

Las mujeres a menudo sufren de forma diferente. En muchas<br />

culturas, la probabilidad de que las mujeres padezcan una depre­<br />

sión grave es el doble que la de los hombres 49 . <strong>Por</strong> supuesto, se de­<br />

primen por muchas razones, pero una muy común es el abandono<br />

por parte de su amante. Yen los estudios sobre el rechazo amoroso,<br />

las mujeres manifiestan unos sentimientos de depresión más graves,<br />

especialmente la desesperanza 50 .<br />

Las mujeres rechazadas lloran, pierden peso, duermen dema­<br />

siado o nada, pierden el interés por el sexo, no se pueden concen­<br />

trar, tienen problemas para recordar las cosas cotidianas, se retraen<br />

socialmente y consideran la posibilidad del suicidio. Encerradas<br />

en una mazmorra de abatimiento, apenas logran hacerse cargo<br />

de las tareas básicas de la vida. Algunas desahogan por escrito su<br />

pesar. Y muchas pasan horas al teléfono compartiendo sus penas<br />

con un oído compasivo, volviendo a contarlo todo. Aunque esta<br />

charla produce cierto alivio a las mujeres, la rememoración de las<br />

ilusiones hechas añicos a menudo resulta contraproducente. Cuan­<br />

do una mujer se instala en una relación ya muerta, está alimen­<br />

tando el fantasma y, con frecuencia, volviendo a infligirse el daño<br />

a sí misma 5 1 .<br />

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