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Por qué amamos – Helen Fisher

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POR QUÉ AMAMOS<br />

vos. Las que están en su ciclo estral se comportan como las jovenci-<br />

tas con las estrellas del rock. Como hace Tia. Durante los muchos<br />

años que la naturista Cynthia Moss siguió al grupo matriarcal de<br />

elefantes africanos de Tia a través del Parque Nacional de Ambose-<br />

li, en Kenia, vio a muchas hembras elegir a sus machos de la misma<br />

forma que lo hizo Tia.<br />

Tia no mostraba interés por ninguno de los jóvenes machos que<br />

comenzaron a rodearla cuando su ciclo estral se hizo evidente. Se<br />

iba trotando mientras la perseguían por la hierba. Dado que el ta­<br />

maño de las hembras de elefante es aproximadamente la mitad<br />

que el de los machos, una hembra experimentada puede correr<br />

más que ellos y esquivar a cualquier macho al que desee evitar. Tia<br />

lo hacía así. Pero cuando vio a Bad Bull, un macho dominante y de<br />

más edad, en pleno celo, su opinión de elefanta cambió.<br />

Tia deseó a Bad Bull desde el mismo momento en que él empe­<br />

zó a pavonearse ante ella, con ese líquido viscoso cayéndole a am­<br />

bos lados de la cara, la orina goteando por sus piernas y una espe­<br />

cie de espuma saliéndole de la funda del pene. El mero olor del<br />

semental hizo que los machos más jóvenes se alejaran. Pero no así<br />

Tia. Tia miró a Bad Bull, con sus orejas en posición estral. Enton­<br />

ces, ella también empezó a alejarse. Pero a diferencia de cómo se<br />

comportaba con los pretendientes más jóvenes, Tia miró por enci­<br />

ma de su hombro al marcharse, volviéndose repetidas veces para<br />

ver si Bad Bull la seguía. Y así era. Entonces Tia empezó a correr<br />

mientras era seguida por Bad Bull.<br />

De esta manera empezó la eterna danza de la naturaleza. Cuan­<br />

do Bad Bull alcanzó a Tia, su pene de algo más de un metro salió de<br />

su funda larga y gris. Entonces él colocó delicadamente su tronco<br />

sobre la espalda de ella. Ella se detuvo; se quedó quieta; luego se re­<br />

costó hacia él, ofreciéndosele, inmóvil, con las patas separadas. El<br />

la montó enérgicamente y, utilizando los versátiles músculos de su<br />

pene para dirigir la embestida, introdujo su órgano en la vulva de<br />

Tia. Estuvieron así, juntos, durante unos cuarenta y cinco segun­<br />

dos, antes de que Bad Bull la desmontara. Retirándose, vertió el se­<br />

men restante sobre la tierra. Tia se volvió y siguió a su lado, emitien­<br />

do varias veces largos ruidos sordos; luego frotó la cabeza contra el<br />

hombro de Bad Bull.<br />

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