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Por qué amamos – Helen Fisher

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HEIXN FISHER<br />

mos estrechamente unidos a otra, generalmente nuestro cónyuge.<br />

Ademas, podemos practicar el sexo con alguien por quien no senti­<br />

mos un amor romántico o incluso sentir una pasión romántica por<br />

un individuo mientras copulamos con otro. Qué locura, emparejar­<br />

se social o sexualmente con una persona y estar perdidamente ena­<br />

morados de otra.<br />

¿<strong>Por</strong> <strong>qué</strong> los circuitos cerebrales del amor romántico se separa­<br />

ron de los sentimientos de deseo sexual y apego duradero?<br />

Creo que la volubilidad del amor es parte del plan de la natura­<br />

leza. Si un varón homo erecíus tenía mujer y dos hijos, y se enamoraba<br />

de una mujer de una tribu diferente y concebía con ella en secreto<br />

otros dos hijos, conseguía duplicar el número de sus descendien­<br />

tes. Del mismo modo, una de nuestras antepasadas que estuviera<br />

casada con un hombre y sin embargo se quedara embarazada de<br />

otro, podía parir el hijo de su amante y además obtener comida y<br />

protección extra para los hijos que ya tenía. En resumen, los volu­<br />

bles circuitos del amor romántico son caprichosos porque así lo<br />

prefiere la naturaleza. Esto permitió a nuestros ancestros seguir dos<br />

estrategias reproductivas complementarias a la vez. El muchacho de Tur-<br />

kana y sus parientes podían mantener una relación con su pareja<br />

que contara con la aprobación social; con el amante clandestino, po­<br />

dían engendrar más hijos y además adquirir recursos adicionales.<br />

Hoy en día muchos hombres y mujeres siguen aplicando esta<br />

doble estrategia reproductiva. Las estadísticas más recientes sobre<br />

el adulterio en Estados Unidos proceden de un estudio realizado<br />

en 1994 en el National Opinión Research Center de Chicago (Cen­<br />

tro Nacional de Investigación de Opinión). Los científicos realiza­<br />

ron una encuesta a tres mil cuatrocientos treinta y dos estadouni­<br />

denses de edades comprendidas entre los dieciocho y los cincuenta<br />

y nueve años, en la que se les preguntaba acerca de muchos aspec­<br />

tos de su sexualidad 34 . Una cuarta parte de esos hombres y el 15 por<br />

ciento de las mujeres respondieron que habían tenido alguna aven­<br />

tura amorosa durante su matrimonio. Puede que varios mintieran,<br />

porque muchos científicos piensan que esta cifra es demasiado baja 35 .<br />

Los maridos y esposas infieles incluso tienen hijos con su pareja<br />

clandestina. En un programa de 1998 para detectar enfermedades<br />

genéticas, los científicos se quedaron atónitos al descubrir que el<br />

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