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Por qué amamos – Helen Fisher

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POR QUÉ AMAMOS<br />

una manera de mostrar a su amante su habilidad fabricando uten­<br />

silios. Efectivamente, los científicos mantienen en la actualidad<br />

que las enormes hachas de mano de cuarenta y tres centímetros<br />

talladas hace un millón de años eran demasiado grandes para ser­<br />

vir para la caza o para recoger vegetales o raíces. Dado que mu­<br />

chas de ellas eran difíciles de manejar y sin embargo habían sido<br />

talladas meticulosamente, bien pudieron utilizarse para impre­<br />

sionar y cortejar al amante 2 0 .<br />

Hace sesenta mil años, los habitantes de las montañas de Zagros,<br />

al noreste de Irak, enterraron a una peregrina un día de junio en<br />

una tumba poco profunda y cubrieron el cadáver con malvarrosa,<br />

jacintos, azulejo y hierba cana de flor amarilla. Quizás uno de ellos<br />

anhelaba volver a encontrarse con la persona que amaba en la otra<br />

vida. En aquella misma época, un habitante de Francia raspó frag­<br />

mentos de hematita y manganeso para conseguir polvos de color<br />

rojo y color gris claro. Con ellos, alguna mujer debió adornar sus<br />

caderas y pechos para algún baile de verano.<br />

Hace treinta mil años, las gentes del Cro-Magnon tenían cráneos<br />

completamente modernos y también cerebros iguales a los nues­<br />

tros. Decoraban absolutamente todo lo que cayera en sus manos.<br />

Estos habilidosos artistas descendían a unas profundas cavernas si­<br />

tuadas en el subsuelo, entre Francia y España, para dibujar magní­<br />

ficos toros, renos, ibices, rinocerontes, leones, osos y animales má­<br />

gicos sobre las frías y húmedas paredes de la cueva. Estas criaturas<br />

negras, rojas y amarillas laten en aquellas grutas con tal vigor que<br />

casi parecen vivas. Para romper el absoluto silencio de estas bóve­<br />

das, los músicos tocaban flautas y tambores. Cientos de ellos estam­<br />

paron las huellas de sus manos en las rugosas paredes. Los esculto­<br />

res nos dejaron pequeños bisontes de arcilla cocida. Ylas huellas de<br />

pisadas en algunas cavernas nos hablan de bailes a la luz parpade­<br />

ante de unas lámparas de aceite.<br />

Desde Europa hasta Siberia han quedado también símbolos anó­<br />

nimos de la fertilidad femenina, representada en figuras de pechos<br />

de tamaño exagerado talladas en piedra, así como figuras realistas de<br />

mujeres que debían de ser conocidas para el autor. Los cazadores<br />

grababan elegantes caballos en los mangos de utensilios hechos de<br />

marfil. Yhombres y mujeres se engalanaban con abalorios, brazale-<br />

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