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Por qué amamos – Helen Fisher

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POR QUÉ AMAMOS<br />

El amor romántico es, en mi opinión, una de las tres redes cere­<br />

brales primigenias que evolucionaron para dirigir el apareamiento y<br />

la reproducción. El deseo, el ansia de satisfacción sexual, nació para<br />

motivar a nuestros antepasados a encontrar la unión sexual con casi<br />

cualquier pareja. El amor romántico, la euforia y la obsesión de «estar<br />

enamorado» les permitía concentrar sus esfuerzos en el cortejo de<br />

un solo individuo cada vez, ahorrando así un tiempo y una energía<br />

de inestimable valor para el apareamiento. El cariño, el sentimien­<br />

to de calma, paz y seguridad que sentimos a menudo hacia una pare­<br />

ja duradera, evolucionó para motivar a nuestros antepasados a amar<br />

a su pareja el tiempo suficiente para criar juntos a sus hijos.<br />

En resumen, el amor romántico está profundamente enraizado<br />

en la arquitectura y la química del cerebro humano.<br />

Pero, ¿<strong>qué</strong> es lo que realmente produce esta cosa llamada amor?<br />

Para investigarlo, decidí utilizar la tecnología más avanzada de<br />

escáner cerebral, la imagen por resonancia magnética funcional<br />

(IMRf), con el fin de tratar de registrar la actividad cerebral de los<br />

hombres y mujeres que acaban de enamorarse perdidamente.<br />

Para esta importante parte de mi investigación, tuve la suerte de<br />

contar con la colaboración de dos colegas excepcionalmente pre­<br />

parados, la doctora Lucy L. Brown, neuróloga del Abert Einstein<br />

College of Medicine, y el doctor Arthur Aron, psicólogo de investi­<br />

gación de la State University of New York (SUNY) de Stony Brook.<br />

Debra Mashek, por entonces estudiante de doctorado en psicolo­<br />

gía, Greg Strong, otro estudiante de posgrado, y el doctor Haifang<br />

Li, radiólogo —todos ellos de la SUNY de Stony Brook y personas<br />

de gran talento—, desempeñaron también un papel fundamental.<br />

Durante seis años, he escaneado los cerebros de más cuarenta hom­<br />

bres y mujeres locamente enamorados, recogiendo aproximada­<br />

mente ciento cuarenta y cuatro imágenes de la actividad cerebral<br />

de cada uno. La mitad de nuestros participantes eran hombres y<br />

mujeres cuyo amor era correspondido; el resto habían sido recien­<br />

temente rechazados por la persona que adoraban. Queríamos estu­<br />

diar toda la gama de los diversos sentimientos asociados a «estar<br />

enamorado».<br />

Los resultados fueron sorprendentes. Encontramos diferencias<br />

de género que podrían explicar por <strong>qué</strong> los hombres responden<br />

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