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Por qué amamos – Helen Fisher

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HKLEN FISHER<br />

que su corazón se aceleraba cuando escuchaban la voz de la perso­<br />

na amada al teléfono (Apéndice, n c 9). Y el 77 por ciento de los<br />

hombres y el 76 por ciento de las mujeres manifestaron sentir una<br />

oleada de energía cuando estaban con su amado (Apéndice, n e 17).<br />

Bardos, juglares, poetas, dramaturgos, novelistas: hombres y<br />

mujeres han glosado durante siglos esta química energizante, así<br />

como el torpe tartamudeo y el nerviosismo, los fuertes latidos del<br />

corazón y la dificultad al respirar que pueden acompañar al amor<br />

romántico. Pero de todos los que han comentado este pandemó­<br />

nium físico y psíquico, ninguno ha sido tan gráfico como Andreas<br />

Capellanus, o Andrés el Capellán, un erudito francés de la década<br />

de 1180 que frecuentó los ambientes cortesanos más distinguidos y<br />

escribió De arte honesti amandi o Tratado sobre el amor, un clásico de la<br />

literatura de la época.<br />

Durante este siglo fue cuando nació la tradición del amor cortés<br />

en Francia. Este código convencional prescribía la conducta del<br />

amante hacia la amada. El amante era con frecuencia un trovador,<br />

esto es, un poeta, músico y cantante de gran erudición, que a me­<br />

nudo tenía el rango de caballero. Su amada era, en muchos casos,<br />

una mujer casada con el señor de una distinguida casa europea. Es­<br />

tos trovadores componían y luego cantaban versos llenos de ro­<br />

manticismo para homenajear y agradar a la señora de la casa.<br />

Sin embargo, estos «romances» debían ser castos y tenían que<br />

observar estrictamente los complejos códigos de la conducta caba­<br />

lleresca. Así, en este libro, Capellanus codificaba las normas del<br />

amor cortés. Sin saberlo, estaba enumerando también muchas de<br />

las principales características del amor romántico, entre ellas, la<br />

turbulencia interior del amante. Como él supo expresar con gran<br />

acierto: «Cuando de repente alcanza a ver a su amada, el corazón<br />

del amante empieza a palpitar». «<strong>Por</strong> lo general, todos los amantes<br />

palidecen en presencia de su amada» 23 . Y «Un hombre atormenta­<br />

do por el pensamiento del amor come y duerme muy poco» 2 4 .<br />

Este cultivado clérigo se refería también al «pensamiento intru­<br />

sivo» que experimentan los amantes, diciendo: «Todo lo que hace<br />

un amante desemboca en pensar en la amada». Y «Un verdadero<br />

amante está obsesionado continua e ininterrumpidamente por la<br />

imagen de su amada». También reconocía que el amante centra<br />

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