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Por qué amamos – Helen Fisher

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POR QUÉ AMAMOS<br />

El muchacho de Turkana, como llaman los antropólogos a este<br />

extraordinario hallazgo fósil, hubiera llegado a medir unos 1,80<br />

metros si hubiera alcanzado la edad adulta. Sus manos, brazos, ca­<br />

deras y piernas eran similares a los nuestros. En efecto, si se le hu­<br />

biera puesto un disfraz podría haber caminado a nuestro lado por<br />

cualquier calle sin que lo notáramos. Ahora bien, si le hubiéramos<br />

quitado el sombrero, nos habríamos quedado boquiabiertos. El<br />

muchacho de Turkana tenía los huesos de las cejas muy prominen­<br />

tes. Su frente era achatada e inclinada. La cara sobresalía. Los dien­<br />

tes eran grandes. Yno tenía barbilla.<br />

Sin embargo, él y sus familiares pertenecientes al homo erectas ha­<br />

bían evolucionado en muchos aspectos. Estas personas fabricaban ya<br />

utensilios elaborados, como hachas de mano, denominadas achelen-<br />

ses. Algunas tenían una forma almendrada, otras más bien de pera o<br />

de lágrima; algunas medían cuarenta y tres centímetros desde el filo<br />

de la punta hasta el extremo redondeado; y todas tenían una forma<br />

bastante regular y simétrica. Estas gentes empleaban unas técnicas es­<br />

tablecidas para fabricar sus utensilios y armas. Y dejaron cientos de<br />

sus estilizadas hachas de mano, así como una gran variedad de cuchi­<br />

llas de carnicero, picos y cuchillos esparcidos por las ciénagas, panta­<br />

nos, lagos, arroyos y ríos del este de Africa. Eran cazadores.<br />

También cazaban animales grandes. Se han encontrado cientos<br />

de utensilios esparcidos alrededor de esqueletos de hipopótamos,<br />

elefantes, búfalos y cebras. Para perseguir, rodear y matar a estas<br />

bestias, necesitaban una capacidad espacial evolucionada; para re­<br />

partirse el botín, necesitaban conocer sus obligaciones y tener una<br />

aptitud lingüística desarrollada; para apaciguar, impresionar, coor­<br />

dinarse y cooperar como un grupo debieron de necesitar el hu­<br />

mor, la compasión y muchas otras virtudes sociales. Los hombres y<br />

mujeres de la época del homo erectus se estaban haciendo humanos.<br />

El muchacho de Turkana y sus parientes también utilizaban el<br />

fuego.<br />

Ni el ordenador, ni la imprenta, ni la máquina de vapor, ni la<br />

rueda transformarían posteriormente la humanidad como lo hizo<br />

este avance tecnológico fundamental: controlar el fuego.<br />

Con el fuego podían endurecer las puntas de sus lanzas, conse­<br />

guían sacar a los pequeños mamíferos de sus madrigueras llenán-<br />

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