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EL ESPEJO NEGRO<br />
Al llegar a casa encontré a Yuan de mejor semblante, hecho<br />
que más bien me hizo patente que algo me había estado<br />
molestando durante el día. El capitán había preparado una<br />
frugal cena con su pan de algas y un tai-co particularmente<br />
fuerte. Comer con él sin decir palabra me asentó el ánimo.<br />
Casi dos horas después, el viejo marino se puso a realizar<br />
la danza de las letras vivas. Ante mí contaba una historia<br />
esta vez totalmente incomprensible para la mente pero<br />
que, sin embargo, aplacaba aquello que me había estado<br />
mordiendo el estómago por dentro. Desde lo profundo de<br />
mí brotó una extraña paz. Mente y emoción fueron uno.<br />
Galax<br />
Luego de que pasamos un buen rato respirando muy<br />
profundamente, de pronto Liu Yuan se arrodilló y levantó<br />
los brazos con lentitud, arqueándolos sobre la espalda,<br />
hasta poner el cuenco de las manos justo en la raíz de cada<br />
oreja. Un largo y modulado chillido surgió del capitán de<br />
ultramar, mientras trazaba con pequeños brincos, círculos<br />
a mi alrededor, apoyándose sobre los talones en tanto<br />
encorvaba las piernas. Breves pero fuertes sacudidas de<br />
cabeza lo acompañaron en cada círculo que trazaba. Al<br />
terminar me sentí totalmente mareado. Yuan abrió los ojos<br />
y un resplandor azul me cegó. Al recuperarme descubrí<br />
que el viejo marino estaba acuclillado frente a mí con los<br />
ojos cerrados, los brazos hacia a la espalda, y las manos<br />
detrás de las orejas, “Como si estuviera oyendo el canto<br />
de la sangre”, me sorprendí pensando. Una punzada en<br />
mi cuello evitó que preguntara qué era esto. Además, en<br />
ese preciso instante, Yuan comenzó a contar la historia de<br />
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