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Untitled - Editores Alambique

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ya fuera planta, animal o humano. Después de esto, Aelez<br />

y Ardegaj llamaron a una reunión alrededor de una fogata<br />

para compartir una bebida exquisita preparada con una fruta<br />

de su tierra. Aquel néctar era tan fortifi cante, refrescante<br />

y sabroso como lo que cada cual quisiera: para algunos la<br />

miel más delicada; para otros el agua más cristalina; para mí<br />

era como el sabor del amanecer en alta mar. Enseguida, la<br />

pareja de ébano hizo tintinear sus cabellos al compás de una<br />

canción que pronto toda la tribu cantaba mientras bailaba<br />

alrededor de la hoguera. Por mi parte preferí observar la<br />

belleza de la danza que terminó cuando Aelez se detuvo,<br />

antes de que Ardegaj trajera el carcaj con los cinco libros<br />

sagrados. Los sobrevivientes de la tribu piel roja parecían<br />

entenderse de maravillas con el lenguaje y las usanzas de los<br />

delegados de ébano y, en segundos, se sentaron alrededor<br />

de la hoguera. Fue Aelez la que habló primero:<br />

¡Oh madrepadre-magma! ¡Oh huevo ígneo!<br />

Fuerzas primigenias de la tierra,<br />

¡Despierten mi alma,<br />

acrisólenme en el poder del fuego!<br />

¡Fuerzas elementales, acudan a mí!<br />

Luego Ardegaj continuó:<br />

¡Despierta! ¡Despierta!<br />

Oh durmiente del país de las sombras.<br />

¡Despierta! ¡Expándete!<br />

Yo estoy en ti y tú estás en mí, un mutuo amor.<br />

Fibras de amor que van de uno a otro.<br />

¡Mira! somos UNO.<br />

De inmediato, un remolino de viento comenzó a<br />

rodearnos, mientras que la hoguera donde danzaba la tribu se<br />

acrecentó y comenzó a girar sobre sí misma, convirtiéndose<br />

en la más hermosa que haya visto jamás: una hoguera verde.<br />

Acto seguido Aelez y Ardegaj resplandecieron y cantaron:<br />

Todo centro de todo. Todo a orilla de todo.<br />

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