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Untitled - Editores Alambique

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Totus Tuus escupió sobre mí. Los demás hicieron lo mismo<br />

hasta que un halo de escarcha comenzó a cubrirme. El líder<br />

de los Güirgüines, se paró, triunfante, frente al cadáver de<br />

Mainar-Rotarú. A una señal, una estalactita afi lada le fue<br />

puesta en las manos. Aunque la mujer pájaro yacía muerta,<br />

el rey llamó a uno de sus ministros sobrevivientes para que<br />

cortara la cabeza de la emisaria. Una sangre transparente<br />

brotó de mi amiga y yo sentí que moría dos veces. El<br />

ministro le entregó la cabeza a Totus, quien luego de unos<br />

cuantos pasos al frente para que toda la muchedumbre lo<br />

viera, la levantó, produciendo un rugido total de admiración,<br />

antes de ponérsela sobre la cabeza, como la más valiosa de<br />

las coronas. Los Güirgüines rugieron. Sentían que nunca<br />

habían tenido, ni nadie tendría jamás, algo como aquella<br />

cabeza-corona, su máximo tesoro. Contentos con ello, y<br />

una vez que el rey los felicitara por su extraordinario valor,<br />

se marcharon.<br />

Recuerdo que un dolor más allá del dolor comenzó a<br />

irrigarme por dentro. Mi cuerpo aún tenía un hálito de<br />

vida. Sentí los huevos de arco iris en el bolso de esmeraldas<br />

vivas. Algo en mí crujió al no poder llevarlos hasta su sitio<br />

en Zac-Noró. Y así, absolutamente solo en medio del sur<br />

del mundo, sucedió lo inexplicable. Estaba boca abajo entre<br />

el hielo, con los hocicos invisibles del mortal frío a punto de<br />

terminar de desgarrarme por dentro, cuando el traje que me<br />

había tejido Galil, el gusano cornudo, emitió un jaspe de luz.<br />

No lo sabía entonces pero, a la altura del pecho del tejido,<br />

Galil me había pegado el paño con el dibujo de Capel-Bolta,<br />

el hogar de los hombres y mujeres pájaro, el cual se había<br />

quedado sin vida al salir de la isla, confi ando allí su primer y<br />

único huevo.<br />

Cuando mi cuerpo iba a exhalar el último aliento, el hijo<br />

de Galil comenzó su primer latido. Un pedacito, un puntito<br />

de luz en medio de la nada, pero sufi ciente para que el dibujo<br />

del hogar de los emisarios comenzara a recobrar vida propia,<br />

lo que a su vez calentó lo sufi ciente al gusanito para que se<br />

afi anzara en su lucha por la vida. En aquel momento ignoré<br />

que, al mismo tiempo, el corazón de su padre se detenía<br />

sobre la cubierta de Lendrax. El dibujo de Capel-Bolta, al<br />

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