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sentenció:<br />
—En adelante, lo conocerán como el Libro del Hueso<br />
Principal de Enarh, espíritu de las criaturas pequeñas, y<br />
aguerrido del honor y del convencimiento adecuado y<br />
necesario.<br />
Del cuarto libro, la serie de tablillas de bambú petrifi cadas,<br />
saltaron diversas aves medianas y grandes; el perro y el<br />
jabalí salvajes; plantas curativas y para la pintura de guerra;<br />
y muchos otros. Al entregárselo a Rocío de la Mañana<br />
Ardegaj explicó:<br />
—En adelante, en tu tribu lo conocerán como el Libro del<br />
Hueso Principal de Stazú, el guerrero del pedernal, espíritu<br />
de lo salvaje y de lo que calla.<br />
Del quinto libro, el envoltorio de pieles de becerros que<br />
nacen muertos, saltaron los espíritus de las grandes praderas<br />
y bosques, así como del lobo y de aquellos animales de<br />
grandes manadas, y muchos otros más. Al entregárselo a<br />
Rocío de la Mañana, Ardegaj indicó:<br />
—En adelante, lo conocerán como el Libro del Hueso<br />
Principal de Arjhán, el que arrasa para que se pueda construir,<br />
y espíritu de lo que se extiende y sirve de puente.<br />
Poco recuerdo más, excepto que un zumbido en la<br />
cabeza me despertó hasta el tercer día descubriendo que<br />
por cualquier lado que se caminara, comenzaban a salir<br />
retoños, lo mismo que saltaban por aquí y allá cachorros de<br />
todas las especies. Supe que era hora de que Lendrax, Menq-<br />
Aurí, los delegados y yo nos marcháramos. Les dije a Aelez<br />
y Ardegaj que había que regresar, sin embargo declinaron<br />
mi invitación con una sonrisa y un abrazo que estremeció<br />
mi ser. Aun con aquella alegría no pude dejar de sentir en<br />
ellos una gota de tristeza. La tribu piel roja, encabezada por<br />
Rocío de la Mañana, fue a despedirnos en completo silencio.<br />
Con lentitud nos fuimos alejando en una mañana más bien<br />
gris. La sola presencia de Aelez y Ardegaj comenzaba a<br />
equilibrar el clima y a permitir que las especies repoblaran<br />
aquellas tierras.<br />
Al vernos marchar, los piel roja nos recordarían como<br />
un punto resplandeciente en la inmensidad del espacio.<br />
En adelante, aunque no lo supiéramos entonces, tanto<br />
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