Untitled - Editores Alambique

había decidido quedarse, y de quien hasta hoy no se sabe
qué pasó con ella. A continuación transcribo lo último que
vieron de la emisaria del clan de la magia durante la huida
del fondo de la montaña.
—Así, en remolino, en ráfagas de luz y sombra.
—Entre hilachas.
—Hilos de claridad y de costumbre.
—Entre pedazos de sí y pedazos de no.
—En torbellino.
—Como un caracol de viento.
—Así vimos partes distintas del enfrentamiento de la
emisaria de la magia con el odio que, al no poder impedir
nuestra fuga, reagrupaba fuerzas para atacar a Gorgala con
total ferocidad.
—Pon tus manos alrededor del huevo de luz de tu clan.
—Inclina la cabeza.
—Remolinos de ases multiblancos salen en ráfagas.
—Tentáculos de blanco quemado se dirigieron hacia
Gorgala.
—No se mueve, tiene el rostro sereno; con seguridad se
oye a sí misma.
—¡Desenfunda tu magia! ¡Que lo estéril no te toque!
—¿Y el huevo de Gorgala... se perderá para siempre?
—Te ves hermosa, como quien asiste a su propio
nacimiento o muerte de la otra que siempre es sí misma.
—Gorgala se desdobla.
—Vi tres mujeres con la misma cara de Gorgala. La
rodean.
—El odio chilla. Sus tentáculos quieren enroscar a las
tres mujeres en las que se transformó Gorgala sin dejar de
ser ella misma.
—Los tentáculos se deshacen al contacto con la energía
de la emisaria.
—No te confíes, queridísima, si se repliega algo trama.
—El odio se transforma: ahora también es tres.
—Una mujer vestida con un traje de hilos de araña
negros intensísimos. Negro universo. Negro índigo vivo,
reluciente.
—Parece un girasol de sombras.
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