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Untitled - Editores Alambique

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Por tercera ocasión Mainar-Rotarú volvió a decir:<br />

—Es costumbre de nuestra tribu preguntar las cosas<br />

importantes tres veces. De nuevo les decimos que hacia<br />

nosotros no deben sentirse obligados, pues tenemos otros a<br />

quienes recurrir, sino que tienen que sentirse libres de elegir<br />

aquello que dice lo profundo que los habita. ¿Están seguros<br />

de que desean acompañarnos?<br />

Yuan se quedó quieto, como si no respirara. De su<br />

pecho brotó el rumor del correr de un río de plata.<br />

—Al instante —carraspeó el capitán—, por última vez<br />

y al unísono, Lendrax hizo un puente entre nosotros y los<br />

emisarios; Menq-Aurí, llevado por la barca de ébano, tomó<br />

su puesto en el asta giratoria sobre el puente, lo mismo que<br />

Galil en su rama de plata. Yo comencé a bajar y ya no dije<br />

nada.<br />

Un resplandor cruzó las miradas de los emisarios. En<br />

silencio me recibieron, cada uno poniéndome una mano en<br />

el hombro. A partir de ahí el lazo de la amistad nos uniría,<br />

incluso, lo supe con total certeza en ese instante, más allá<br />

de la muerte.<br />

El marino se levantó del suelo y me indicó que hiciera<br />

lo mismo. Puso su mano en mi hombro y me sonrió. Un<br />

escalofrío recorrió mi cuerpo. Pude ver, por unos<br />

segundos, que los ojos de Yuan tuvieron un resplandor<br />

azul, rojo, verde, dorado y transparente. Posteriormente<br />

nos sentamos en el suelo para que el capitán de ultramar<br />

continuara su historia.<br />

—Más tarde —dijo—, justo cuando la luna llena estaba<br />

encima de Capel-Bolta, la tribu entera, en completo silencio,<br />

formó fi las alrededor de la hoguera multicolor de acuerdo<br />

con sus respectivos tonos.<br />

Dangas levantó los brazos hasta unirlos sobre la coronilla,<br />

para luego bajarlos con mucha lentitud hasta tocar sus<br />

pies. Un sutil círculo rubí la envolvió por un instante, y de<br />

ahí a los de su clan. Un rugido sacudió la noche; su tatuaje<br />

vivo refulgió como nunca. La mujer pájaro cerró los ojos<br />

y comenzó a hacer vibrar su garganta con el canto de una<br />

“O”; que la tribu repitió durante algún rato. Barú desplegó<br />

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