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Untitled - Editores Alambique

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punto de llamarada, hacia el fondo de la tormenta, hizo que<br />

el amuleto con el mapa, chamuscado y humeante entre mis<br />

manos, brillara de nuevo. Hacia allí me dirigí, como quien<br />

parte hacia su propio corazón.”<br />

Liu Yuan<br />

—Partir hacia el propio corazón —dijo el capitán de<br />

ultramar varias noches después—, es algo que si uno lo<br />

comienza no tiene fi n y... tampoco principio. Sí, como lo<br />

oyes, aquel que elige su propio camino hace su elección<br />

ante cada acto como si fuera, porque lo es, no sólo el último<br />

sino, y quizás más importante, el primero. Tratemos de no<br />

olvidar esto, si es que sirve de algo.<br />

Yuan esbozó un embrión de sonrisa. Comimos. Luego<br />

permaneció en silencio y con los ojos cerrados, hasta que<br />

de golpe dio un salto para de inmediato encorvar el cuerpo<br />

ligeramente hacia delante. Al arquear piernas y brazos,<br />

movió la cabeza con extrema lentitud hacia los costados<br />

y exhaló con voz rasposa “‘Aaa...Hooo...Rrraaa”. Me<br />

hallaba frente a la interpretación, demasiada teatral, de un<br />

mono parlante.<br />

—Ahora me toca a mí —gruñó Yuan, con una mueca<br />

acartonada, mientras se rascaba y golpeaba el pecho—.<br />

Ahora te voy a relatar mi enfrentamiento con el espejo<br />

negro:<br />

Pensé que si el enfrentamiento con el espejo negro<br />

representaba mi fi n nada tenía qué reclamarle a la vida, pues<br />

no había algo pendiente para mí al vivir cada cosa “siempre<br />

por última vez, como si fuera siempre una primera ocasión”.<br />

Despedirme de Lendrax, de Galil y de los hombres y mujeres<br />

pájaro, de quienes no sabía cuál había sido su suerte, habría<br />

sido un pensamiento con alguna posibilidad de apartarme<br />

de mi serenidad, si no hubiera sabido que aquellos que se<br />

aman se llevan en el corazón. Fijo en mi palpitar, respiré<br />

hondo, agarré con confi anza a Menq-Aurí y me dirigí hacia<br />

el espejo negro y ovalado. Al llegar al frente me senté, cerré<br />

los ojos, acerqué los oídos —y en su interior aparecieron los<br />

más extraños pensamientos:<br />

A la mayoría de los humanos el tiempo les pasa como el<br />

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