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las alas hacia delante, curvando el cuerpo ligeramente, con<br />
la cabeza, puntiaguda, en dirección de la hoguera. Luego<br />
el graznido de un águila acabó con el canto de Dangas,<br />
materializándose sobre nuestras cabezas por un momento.<br />
Hecho de estrellas, el graznido giró sobre sí mismo hasta<br />
caernos como una ligera llovizna verde. Después, como si<br />
fuera un apenas perceptible listón de fuego, un silbido brotó<br />
del tatuaje vivo de Gorgala, envolviéndonos. Un aullido largo<br />
y azul sacudió hasta los cimientos de Capel-Bolta y más allá.<br />
Finalmente Galax arqueó las piernas y puso las palmas de las<br />
manos sobre las rodillas, mientras sacudía la cabeza como si<br />
olfateara la noche.<br />
El capitán de ultramar pegó un salto como respuesta al<br />
alarido del timbre, que desde ese día desconecté. Con los<br />
ojos desorbitados, estaba a punto de preguntarme qué era<br />
aquella monstruosidad cuando volvió a sonar. Me levanté<br />
rápido y abrí. Era el cartero. Puse los sobres sobre el<br />
escritorio y, antes de que intentara explicarle a Yuan qué<br />
era un timbre y un cartero, el marino soltó una carcajada tan<br />
honda y larga que sin darme cuenta me vi contagiado. Justo<br />
al comenzar a dolernos el estómago de tanto reír, Yuan hizo<br />
un esfuerzo y se quedó quieto para luego proseguir con su<br />
relato. Yo puse en marcha la grabadora.<br />
—Finalmente, fue el turno de Mainar-Rotarú, quien<br />
cantó de inmediato: “Solos estamos y solos morimos,<br />
solos venimos y solos vivimos. Aparte de esto, somos el<br />
mundo.” Un gruñido seco, muy tenue, me recordó el rumor<br />
del océano, antes de que ésta terminara su canto: “Un nudo<br />
sin nudo lleno de nudos, eso somos. El camino más corto,<br />
y el único, para saber que nunca nos hemos marchado de<br />
nosotros mismos.”<br />
Una vez que Mainar-Rotarú compartiera su canto, todos<br />
en las fi las, menos los emisarios, se hicieron hacia atrás,<br />
apenas lo sufi ciente como para tocar el hombro de quien<br />
estaba delante. Luego tensaron las manos y entornaron<br />
los ojos hacia dentro. Perlas de sudor frío comenzaron a<br />
recorrer las frentes y los pómulos de los hombres y mujeres<br />
pájaro. Al ser la tensión casi insoportable, cada cual se<br />
arrancó la pluma más pequeña y más brillante que todas,<br />
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