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muerte y su boca dulce: la sombra.<br />
“El silencio engendrando y engendrado por la palabra”,<br />
pensé.<br />
Más hacia el sur, Galax, Gorgala y Mainar-Rotarú,<br />
cargándome, bajaron a la planicie de hielo fi rme pues la<br />
tormenta de nieve nos desgajaba de nuevo. Al afi rmar los<br />
pies, los triángulos dados por Lendrax, lo mismo que mis<br />
botas, se convirtieron en el apropiado tejido de canasta<br />
que nos permitía caminar en medio de la nieve. A lo lejos,<br />
donde nos había atrapado Lao se vio un fugaz arco iris de<br />
siete tonos de verde. Nadie se movió ni dijo nada durante<br />
un buen rato hasta que, fi nalmente, Mainar-Rotarú habló:<br />
—La fuerza de la vida y de la muerte están de nuevo en<br />
movimiento. Barú, a no dudarlo, estará germinando junto<br />
a Lao, con Lao o en Lao, en algún lugar. Es hora de hacer el<br />
silencio que hay que hacer para escuchar, y hacer vibrar, la<br />
perseverante canción de la vida, adentro y afuera de cada<br />
uno.<br />
Antes de reiniciar el camino hacia el sur del mundo<br />
intenté devolver el bolso de esmeraldas vivas que Barú me<br />
había dado, el cual contenía su huevo de luz y el de Dangas.<br />
Una señal de Mainar-Rotarú, sin embargo, me detuvo.<br />
—Has sido nombrado emisario de los emisarios. Es tu<br />
derecho y deber cargar con esos huevos de arco iris. Barú<br />
sabrá qué oyó en ti para haberte dado su heredad. Por<br />
nuestra parte su elección es también nuestra. Vamos<br />
—agregó golpeándose el pecho tres veces— todavía nos<br />
falta mucho.<br />
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