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el camino. Recuerdo que Mainar-Rotarú intentó volar pero<br />
uno de los monos se le quedó atorado entre las alas. La<br />
hoz de la emisaria producía cientos de jaspes de hielo hasta<br />
que apareció un Güirgüin gigantesco, sin el brazo izquierdo,<br />
con una enorme estalactita en la otra mano. Recuerdo que<br />
cuando éste iba a pegarme, Mainar-Rotarú interpuso su<br />
cabeza recibiendo la mortal descarga. Recuerdo ver cómo la<br />
vida se apagaba en los ojos de la mujer pájaro, quien intentó<br />
sonreír antes de caer muerta.<br />
En adelante las cosas pasaron más bien lentas. Un golpe<br />
seco, que un hombre de hielo de mí mismo tamaño me dio<br />
en la cabeza, hizo que me desplomara frente a la entrada de<br />
Zac-Noró, aferrado a Menq-Aurí con una mano, y al bolso de<br />
esmeraldas vivas, con la otra. Sentía que estaba muriendo,<br />
aunque también experimentaba el estar fuera de mi cuerpo<br />
y poder ver lo que pasaba. Los hombres de hielo, al darse<br />
por vencedores, expulsaron un largo chillido como señal<br />
para que Totus Tuus, el rey, llegara a revisar el lugar antes de<br />
comenzar a gruñir:<br />
—¡El tesoro! ¡El tesoro! ¡El tesoro!<br />
Totus Tuus ordenó registrar los alrededores y el interior<br />
de Zac-Noró, pero lo único que le entregaron fue la honda<br />
de la mujer pájaro. La masa esperaba impaciente. Sus<br />
vasallos, visiblemente extrañados ante mi cuerpo, el cual<br />
patearon, dijeron no haber encontrado nada valioso.<br />
—Es un, ¿cómo era?... ¡Ya recuerdo! Es un humano<br />
—explicó el rey con remarcada propiedad antes de medio<br />
moverme con sus pies, sin ver nada que fuera de su agrado.<br />
—Los humanos son muy extraños —recuerdo que<br />
le oí agregar—. Visten ropas demasiado gastadas para<br />
considerarse siquiera un botín de guerra. Además, vean<br />
cómo este humano ha muerto con sus manos agarradas a<br />
un miserable pedazo de piedra —así veían ellos al catalejo<br />
de oro.<br />
Enseguida Totus también pateó mi cuerpo.<br />
—Véanlo, y además con la otra mano no suelta ese<br />
puñado de nieve —Y así, riendo con burla, tanto el rey como<br />
el resto de los hombres de corazón de hielo vieron nieve<br />
donde prácticamente ardía el bolso de esmeraldas vivas.<br />
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