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Untitled - Editores Alambique

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y la muerte, laten no en lo obtenido sino en el silencio.<br />

Comprendí que, a pesar del golpe por la muerte de Dangas,<br />

mi elección había sido, y aún lo es, la de ser propiciador de<br />

esa mínima, pero sufi ciente cuota del sueño que afi rma en<br />

el mundo el gozo de la vida. Y que la muerte es parte de esa<br />

afi rmación.<br />

Al recomenzar a nevar, el frío de agujas nos despertó del<br />

trance. Un rápido cruce de miradas nos hizo darnos cuenta<br />

de que estábamos agarrados a una ramita de humo en<br />

medio de la espantosa ventisca. Finalmente, cada uno cerró<br />

los ojos y, a su manera, se despidió de Dangas, la emisaria<br />

roja del clan de la elección.<br />

—Es hora de continuar —ordenó Galax con cariño.<br />

Barú sacó el huevo de arco iris de Dangas de su bolso<br />

de esmeraldas vivas, lo sopló y lo levantó con ambas<br />

manos sobre su cabeza. Luego se lo pasó a cada uno de<br />

los emisarios, quienes hicieron lo mismo. Cuando Mainar-<br />

Rotarú terminó, intercambió una mirada con los otros,<br />

quienes asintieron: el huevo de arco iris también me fue<br />

dado. Al coronar mi cabeza, una cortina de energía luminosa<br />

y profunda surgió del huevo, cubriéndome por completo. Al<br />

parpadear pude ver de nuevo a Dangas, traspasada por sus<br />

propias fl echas, señalando hacia el sur con urgencia, antes<br />

de indicar hacia el este, donde se alzaban unos macizos<br />

de hielo como una hilera de colmillos. Con sus señas nos<br />

urgió a movernos rápido antes de desaparecer en medio<br />

de una suave sonrisa, lo último que alguien vio de ella en<br />

muchísimas generaciones.<br />

Luego de contarles mi visión a los otros, Galax decidió<br />

que era necesario volar, aún con aquella tormenta, hacia el<br />

sur, cuyo camino le mostraba al emisario un desfi ladero que<br />

terminaba en un pico escarcha, a no menos de medio día de<br />

camino. Nadie dijo nada durante el vuelo, por cierto el más<br />

penoso y difícil de los que realizáramos. Al llegar frente la<br />

entrada del pico, Galax hizo una señal para que bajáramos, y<br />

aunque exhaustos, continuáramos a pie en el más completo<br />

silencio.<br />

Durante el recorrido, un canal tapizado de hielo se<br />

nos presentó como la única ruta posible ante nuestro<br />

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