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Galax y su enfrentamiento con el espejo negro. Apenas<br />
pude accionar la grabadora.<br />
—El pegajoso conducto de la montaña —gruñó Yuan—<br />
nos engulló a cada uno por separado. Entonces no lo<br />
sabíamos pero mucho después nos sacaría de nuevo a la<br />
superfi cie. Cuando los emisarios y yo volvimos a reunirnos,<br />
cada cual contó su enfrentamiento con el espejo negro.<br />
Sentimos la sensación de estar siendo triturados en medio<br />
de aquel conducto pegajoso, a lo cual se sumaba la falta de<br />
aire. Al empujar con todas las fuerzas, y siempre cabeza<br />
abajo y con los brazos hacia atrás, cada uno vio aparecer<br />
ante sí un espejo negro. Luchando por no ahogarse, pues la<br />
pegajosa baba entraba por la nariz y por la boca, cada uno<br />
vio aparecer su propio miedo. Galax, el guerrero, sintió el<br />
indescriptible dolor de verse despedazado vivo por miles de<br />
insectos, para ser devorado con una intencional lentitud,<br />
lo cual remarcaba su agonía. En el corazón del hombre<br />
pájaro brotaron, como alargados y negros gusanos, los<br />
gérmenes de la cobardía y de la derrota. Al sentir que la más<br />
contundente falta de valor le comenzaba a irrigar las venas,<br />
Galax se vio a sí mismo destrozado, roto: destruido por la<br />
desolación total.<br />
En su mente, los pensamientos se le agolparon como<br />
piedras y ya no pudo pensar nada. La piel se le erizó y cada<br />
pluma se convirtió en un colmillo que se le incrustaba cada<br />
vez con mayor fuerza. Puso su última posibilidad de vida<br />
en ordenarle a su cuerpo respirar, aunque fueran migajas.<br />
Y justo antes de que su ser sucumbiera frente aquel horror<br />
surgió, también desde su corazón, un rayo de voluntad<br />
para darle un impulso fi nal. Al desprenderse de lo que él<br />
consideraba su valor y su valentía, se desanudó a su vez de<br />
su cobardía y su derrota. Galax, entonces, se lanzó sobre<br />
el espejo negro atravesándolo de un seco golpe. Pero,<br />
al salir expulsado de aquel sitio, el medallón que le había<br />
entregado Mainar-Rotarú, con el mapa para llegar hasta<br />
Zac-Noró, quedó atrapado en el mismo espejo, el cual<br />
llameó al guardar el germen del miedo del guerrero azul.<br />
Poco después, vomitando la baba pegajosa que chillaba en<br />
sus entrañas, el hombre pájaro se aferró al aire frío como<br />
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