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Fue hacia allí donde Menq-Aurí dirigió al viejo marino.<br />
Fue allí donde el catalejo de oro comenzó a refulgir hasta<br />
convertirse en un diminuto faro, aunque con la suficiente<br />
energía como para guiar a los hombres y mujeres pájaro,<br />
para lo cual Yuan lo puso sobre su cabeza y comenzó a dar<br />
lentas vueltas sobre sí.<br />
Me imagino cómo Yuan, al girar, apreciaba en su<br />
totalidad la aterradora belleza de aquel paraje, el cual<br />
recibía de lleno las ráfagas de viento que embestían desde<br />
el océano, ribeteado con enormes masas de escarcha<br />
crujiente.<br />
—Yo me sentía —agregó Yuan con un escalofrío—<br />
un punto de carne en medio de hongos de escarcha que<br />
adoptaban las más caprichosas formas —algunos de estos<br />
hongos de hielo llegaban a tener “el tamaño de una casa y<br />
son casi imposibles de escalar pues no soportan el peso de<br />
una persona”.<br />
Me imagino a los hombres y mujeres pájaro serpenteando<br />
tortuosamente entre las arrugas de escarcha que hacían<br />
brotar retorcidas formaciones entre el hielo por donde<br />
hacía mucho había caído el alarido estrangulado del sol,<br />
o bien la araña del anochecer, que continuaba implacable<br />
sobre los viajeros.<br />
Hubo algo, me contaría Liu Yuan mucho después, que<br />
en ese momento no tuvo importancia, pero que llegaría<br />
a decidir el desenlace de la aventura. En los círculos<br />
iniciales que trazara, Menq-Aurí descubrió lo que en una<br />
primera impresión fuera un hombre de hielo, quien había<br />
estado vigilando el paso de los viajeros. El catalejo se<br />
esforzó para ver más y mejor a aquella criatura, pero el<br />
misterioso hombre, cuya vista y olfatos eran potenciados<br />
hasta lo inimaginable por el hielo polar, supo que había<br />
sido descubierto, quedándose inmóvil, para confundirse a<br />
la perfección con los contornos.<br />
Al tratar de enfocarlo, Menq-Aurí no vio más que<br />
escarcha y frío, pues sólo podía ver a aquellos que, aunque<br />
fuera en un mínimo, se vieran a sí mismos. Al no distinguirlo<br />
más, el catalejo pensó que tal vez aquello era un espejismo<br />
y no se lo comunicó a Yuan, lo que resultaría casi fatal, ya<br />
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