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Ardegaj—, en esta ocasión los hombres y mujeres de ébano<br />
tenemos una oportunidad de que nuestra participación<br />
ayude a evitar una tragedia, al contar con usted y con su<br />
tripulación.<br />
Ante esto Lendrax aceleró el paso, Menq-Aurí deslizó<br />
un sutil destello y Galil emitió un chispazo de hilo azul,<br />
mientras la sonrisa de Aelez y Ardegaj tintineó contra el<br />
manto turquesa del mar. El impulso a dejarme abrazar por<br />
aquella sonrisa fue cortado por el sonido de cuerno que hizo<br />
Menq-Aurí. De un salto dejé a la pareja de ébano y me fui a<br />
cubierta. En un asta giratoria que, cada día, Lendrax hacía<br />
como si fuera la primera vez, hice un círculo completo hasta<br />
que el catalejo se detuvo en dirección sur.<br />
Al principio lo único que se divisaba era el runrún del mar<br />
hasta que una gigantesca columna de escamas de agua y<br />
vapor se alzó para zambullirse poderosamente en nuestra<br />
dirección. Pronto divisé un dragón de fuego. Menq-<br />
Aurí hizo girar sus lentes y en instantes calculé el poco<br />
tiempo que nos quedaba antes del choque. Aquel ser era<br />
una imponente criatura de fuego: un dragón estriado de<br />
ojos como esmeraldas palpitantes y un espumoso cuerpo<br />
amarillo. Su cara estaba henchida de borlas de diamantes.<br />
Su impulso obedecía a los rápidos movimientos de una<br />
aleta caudal de un turquesa penetrante. Las fauces abiertas<br />
permitían entrever las paredes interiores de un azul tornasol<br />
casi transparente, el cual se fundía con el amarillo laminado,<br />
escamado, de su panza, en la que resaltaban unas colonias<br />
de rubíes en forma de verrugas. Era claro que el choque con<br />
aquella criatura sería demoledor a juzgar por la velocidad<br />
que traía, razón por la que también era imposible evadirlo.<br />
Dos sonidos de cuerno de Menq-Aurí fueron sufi cientes<br />
para que Lendrax supiera lo que pasaba. De inmediato<br />
aminoró la velocidad en tanto comenzó a transformarse en<br />
un ariete. Aelez y Ardegaj pusieron las palmas de sus manos<br />
sobre el casco de Lendrax y cerraron los ojos; en instantes<br />
estaban enterados de lo que ocurría.<br />
—No hay tiempo para explicaciones —dijeron ambos—.<br />
Es necesario poner a Menq-Aurí en la punta de Lendrax.<br />
De inmediato la barca, al tiempo que se convertía en una<br />
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