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Untitled - Editores Alambique

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caracol.<br />

Conforme la emisaria descendía, una fi la de hombres<br />

y mujeres idénticos a ella, aparecían de escondrijos<br />

insospechados, sorprendiéndola en cada recodo. Le<br />

ofrecían o pedían algo, susurrándole de manera que ningún<br />

otro se enterara de la propuesta hecha, aunque cada uno<br />

quería la total atención de Gorgala. Tres niveles tenían las<br />

escaleras. En el primero la adulaban y le ofrecían toda clase<br />

de promesas y reconocimientos. En el segundo le decían que<br />

ella tenía una misión especial en el mundo, la de hacer que la<br />

magia reinara de nuevo, pues era la elegida: una sacerdotisa<br />

sagrada. Cada uno, decían, era el único que sabía qué, cuándo<br />

y cómo hacer para lograrlo. Las tentaciones eran múltiples<br />

pero Gorgala se mantenía fi rme en negarse a dar respuesta<br />

alguna. Sin embargo, lo que casi la hace quedarse en una de<br />

las aberturas que se abrían y cerraban como parpadeos, fue<br />

una pálida niña de unos seis años, quien, con una vara de lo<br />

que parecía fuego en su mano derecha, le imploraba:<br />

—¡Madre, madre!, llévame hasta la puerta donde mi alma<br />

está prisionera de la oscuridad del mundo. ¡Madre, madre!,<br />

sólo tú puedes salvarme de la noche del corazón. ¡Madre,<br />

madre!, sólo tú puedes llevarme hasta el alma donde está la<br />

puerta de la oscuridad del mundo. ¡Madre, madre!, ayúdame<br />

a liberarla, a liberarme.<br />

Una convulsión azotó a Gorgala dejándola casi en trance:<br />

parecía un puñado de estremecimiento. Lo único que la<br />

hizo reaccionar fue el medallón que llevaba con el mapa<br />

que Mainar-Rotarú nos diera, el cual, ante la presencia de<br />

la niña, relumbró con tal intensidad que Gorgala pudo ver<br />

cómo aquella criatura no tenía brillo en los ojos, sino que<br />

eran dos cuencas oscuras donde toda luz era devorada en<br />

silencio. Debido al resplandor del medallón, la imagen de<br />

la niña desnudó su verdadero rostro: un ser tan seco de sí<br />

que más parecía una calavera envuelta en harapos. Gorgala<br />

pudo entonces recobrar su conciencia y proseguir su camino,<br />

aunque el medallón se le cayó estallando contra las escaleras<br />

negras como una fl or de polvo luminoso.<br />

La mujer pájaro llegó así al tercer nivel, que comenzaba<br />

donde terminaban las escaleras. Adustos y antiguos seres,<br />

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