Untitled - Editores Alambique

distintos lugares de la memoria. Yo comencé a escurrirme
hacia los primeros años de vida. La infancia y su inmenso
país, el asombro, me recibían. Y así, sin proponérmelo me
dejé llevar por el río de la memoria hasta llegar, de nuevo, a
la taza de tai-co caliente, en medio de la casa paterna, hecha
con bambú tallado a mano, situado en el valle de la luna de
jade, único paso para llegar a la Montaña Fría.
Al sumergirse Yuan en aquellos recuerdos de “la casa
paterna”, como él decía con natural y hondo respeto,
brotó en mí el recuerdo de la casa de mi infancia: un maizal
picado de naranjos que yo recorría con el corazón abierto
al medio como una papaya de luz. Cuando, a cada paso,
las cosas me hablaban. Y, aunque ignoraba lo que decían,
me reconfortaban como un atardecer entre bambúes.
“La casa paterna”, la patria, que es lo que significa esta
palabra. Aquella donde una fruta partida al medio es un
festín de chispas para los pájaros de la mañana. Aquella
donde un hombre y una mujer se miran día tras día, año
tras año, mientras en medio pasan y pasan las manadas de
horas con sus congojas, sus alegrías, sus cansancios, sus
pocas cosas, su maravilla, alimentando a todos, haciéndolos
crecer, dejando listo siempre un lugar a donde ir por si hace
frío o faltan ganas de vivir o morir.
Un lugar en donde confiar en alguien, en uno mismo, en
donde entregarse, es decir, en donde dar y recibir, derrotar
el miedo, imaginar un río cristalino con la risa de niños entre
sus burbujas multicolores de gozo para darle brillo a las
escamas del amor, entre las aguas del tiempo, reflejando
tornasoles finitos, ínfimos, cósmicos, donde se inventa y se
reinventa el universo y su pájaro madrugador, luz y semilla
y cuerpos palpitantes y últimas respiraciones, cascabeles
en medio del silencio del universo, siseos entre la mínima
canción de las estrellas.
“La casa paterna”, un hombre y una mujer, padre y madre
juntos por un rato haciendo lo imposible real, lo anhelado
palpable, entre chasquidos, besos y sudores, haciendo
universo en vientres que se abultan hasta que la vida vuelve
a su pacto de polen con la muerte, y viene el hijo, la hija,
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