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Untitled - Editores Alambique

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LA LLAMADA<br />

Una madrugada extraordinariamente estrellada, cuando<br />

iba a acostarme, la puerta de mi casa recibió tres toques<br />

secos y fuertes. Supe que era Liu Yuan, pues era el<br />

único que tocaba de esa forma y a esas horas. Al entrar<br />

siempre saludaba cruzando los brazos en forma de aspas<br />

sobre el pecho, inclinándose primero a la derecha y luego<br />

a izquierda, arqueando la cintura levemente. Esa vez,<br />

como tantas otras, no dormiría más. Yuan se encaminó<br />

hacia la sala y se sentó en el suelo, como más le gustaba.<br />

Vestía un traje, deslumbrante en su sencillez, de seda azul<br />

apenas bordado por dos casi inmóviles serpientes de sol<br />

mordiéndose la cola. Sereno, con las piernas cruzadas y<br />

las manos sobre las rodillas, Liu Yuan formó una pirámide<br />

con los dedos índices y pulgares, al tiempo que respiró<br />

profunda y lentamente por tres ocasiones, antes de relatar<br />

su aventura de El Continente Rojo.<br />

Supe —inició Yuan — que una nueva aventura estaba<br />

a punto de comenzar pues Lendrax, la barca de diamante<br />

negro, comenzó a vibrar, señal inequívoca de la partida.<br />

Ese es el instante de sacar de mi costado a Menq-Aurí, para<br />

que me guíe. A través de éste pude ver cómo una pequeña<br />

mujer, de reluciente piel roja, cuyo nombre conocería más<br />

tarde: Rocío de la Mañana, depositaba un diminuto cuerpo<br />

sobre una losa negra y aún humeante de ceniza de sangre.<br />

Pájaro-amarillo, su hijo, como sabría más adelante, fue<br />

rápidamente envuelto en un manto y quemado en el acto.<br />

Sus cenizas se unieron a una enorme pira que contenía las<br />

de la mayoría del pueblo. Rocío de la Mañana supo que ella<br />

sería la siguiente si no encontraban agua. Lágrimas negras<br />

surcaron su reseca piel. Alrededor, toda la tierra ardía y<br />

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