Untitled - Editores Alambique

contribuyente a un periódico, cuyas páginas fui poblando
con artículos de poesía babilónica, egipcia, de antiguos
poetas chinos, hasta que el diario comenzó a perder
lectores y me despidieron. Pero sería un verso mío: “Quien
a sí mismo sigue se sabe muerto: viaja a través de su sangre”,
el cual había encabezado mi último artículo, lo que decidió
que Yuan viniera a buscarme (alguna vez le pregunté cómo
hizo para encontrarme pero nunca me respondió).
Durante meses, el marino estuvo llegando casi siempre
a mi casa, aunque en ocasiones a alguna cafetería o a algún
parque, a las horas más insospechadas. En ocasiones
venía todos los días, otras una vez por semana. Muchas
veces, principalmente al principio, hablaba tanto y tan
rápido que tenía que usar la vieja grabadora de mi época
de entrevistador, aunque a menudo callaba tanto que me
quedaba dormido.
Al terminar Yuan el relato de sus aventuras, y una vez
que yo definiera un manuscrito, me dediqué a encontrar
el alambique adecuado que “nos” permitiera editar su
publicación. Como no sé contactar a Yuan, pues siempre
fue él quien vino a mi encuentro, sólo espero que éste, a su
manera, y no hay duda de que siempre encuentra una, logre
ver el resultado final de nuestra aventura de escribir sus
relatos. Desde ahora me lo imagino con un chasquido de
luz colgándole de la comisura, al mismo tiempo que levanta la
ceja izquierda, ligeramente, en tanto ojea el libro. Nuestro
libro, digo: de quienes participamos en él, incluidos aquellos
que lo leen en este momento.
Un día, cuando ya nada quede pendiente, tal vez volvamos
a encontrarnos. Por ahora quedan estos relatos donde he
tratado de ser lo más fiel posible a las conversaciones, con
el fin de respetar al máximo “el espíritu” de las aventuras de
Liu Yuan, capitán de ultramar.
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