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Untitled - Editores Alambique

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LA EMBOSCADA<br />

—‘El punto fi nal —continuó Yuan—, el del principio. Donde<br />

todo termina, donde todo comienza’. Eso fue de las últimas<br />

cosas que le oí decir a Galax, antes de que la más brutal de las<br />

tormentas cayera sobre nosotros como un hacha de infi nitos<br />

fi los. Ante esto el guerrero y Mainar-Rotarú juntaron las<br />

puntas de sus alas haciendo un techo piramidal sobre los<br />

tres. De alguna manera, aquella posición, impensable para<br />

un humano, les permitía descansar, recuperar fuerzas y<br />

hasta dormir.<br />

En ese momento no le di importancia al hecho de que<br />

Mainar-Rotarú me pidiera el bolso de esmeraldas vivas<br />

donde estaban los huevos de arco iris de Barú y de Dangas.<br />

Nunca sospeché que los dos emisarios decidieron guardar sus<br />

propios huevos de arco iris en la bolsa antes de regresármelo,<br />

lo cual, al fi nal de aquella aventura, haría la diferencia entre<br />

fracasar o lograr nuestro objetivo de llevarlos a Zac-Noró.<br />

Por mi parte, si bien pude medio dormir a pesar de las<br />

circunstancias, al principio no podía vencer la sensación<br />

de que había algo más helado que el feroz hielo que nos<br />

amenazaba en aquellas tierras polares. Este extraño frío,<br />

que quería crecerme por dentro, por un instante lo sentí<br />

como la sombra de un corazón congelado. El mío. Ignoro<br />

qué convinieron los emisarios del clan del guerrero y del<br />

amor que guía pues, al despertarme ya las cosas estaban<br />

resueltas.<br />

Galax nos dijo en un susurro que lo mejor era continuar de<br />

inmediato. Si bien no podríamos volar, aunque la tormenta<br />

había amainado, la ventaja de que los güirgüines ignoraban<br />

que los habíamos descubierto tal vez nos permitiría seguir.<br />

Además, la formación piramidal de Zac-Noró se encontraba<br />

muy cerca. Caminamos sabiendo que nunca más lo haríamos<br />

juntos. Unos pocos pasos de silencio fueron sufi cientes para<br />

tener la más profunda de las despedidas, porque cuando<br />

uno se encuentra o se despide desde y con el corazón de los<br />

otros, no hay que decir nada. Aquello que no sea el hecho de<br />

llegar o irse, sobra, porque las mejores palabras son aquellas<br />

que se hacen pues éstas no necesitan nunca justifi caciones.<br />

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