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Untitled - Editores Alambique

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—¿Cómo? —respondí.<br />

—¡Sí! —dijo Dangas—. ¿Qué te pasó en el mundo del<br />

sueño?<br />

Fue cuando una polvareda de chispas sacudió mi memoria<br />

y las cosas fueron de nuevo claras: soñé lo mismo, una y otra<br />

vez.<br />

LOS TRES AMIGOS<br />

Y EL DRAGÓN DE LUZ<br />

En el centro estaba el que vestía traje negro, con un<br />

sutil bordado en hilo de oro. Los ojos, bigote y rala<br />

barba, eran como la noche del desierto que guardaba<br />

entre la lengua. Espada al cinto, una mano sobre la<br />

empuñadura, la otra indicando el destino a seguir.<br />

A su derecha, lo acompañaba quien iba envuelto en<br />

un traje hecho con piel de rata que le cubría desde<br />

la cabeza, desembocando en unos rudimentarios<br />

pantalones cubiertos por botas de rata negra. Barba<br />

y bigote fi nos, contrastaban con su mirada fi era y<br />

esquiva. Parecía estar viendo al mismo tiempo<br />

hacia delante como hacia atrás, y a los costados.<br />

Ni una palabra salió de su interior, sino el reluciente<br />

silencio que vigila, de quien éste era hijo.<br />

A la izquierda del primero, un tercer hombre llevaba<br />

desenvainada una espada gigantesca que parecía<br />

de piedra de fuego. Vestía traje holgado cubierto<br />

por una piel viva de lobo gris. El ceño fruncido<br />

daba a su cara redonda la impresión de tener dos<br />

rayas negrísimas en lugar de ojos. Barba y bigote<br />

entrecanos acentuaban la presencia de quien bien<br />

podría ser llamado el hijo de la furia.<br />

Los tres viajaban en la cabeza de un descomunal<br />

dragón de luz blanca y gaseosa, y traían escondido<br />

algo que parecían haber raptado; era como si la prisa<br />

espoleara a la bestia halada. Una vez que el hijo del<br />

desierto señalara un punto hacia el infi nito, el hijo<br />

de la furia guió al dragón en busca de su destino,<br />

mientras el hijo del silencio vigilaba más allá de la<br />

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