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Untitled - Editores Alambique

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por sorpresa. Tanto la honda de la emisaria como el catalejo<br />

de oro de Yuan los despachan, pero continúan subiendo: atrás<br />

la mancha de los Güirgüines crece. Sin que lo esperáramos,<br />

los hombres hielo que han logrado subirse en la parte de la<br />

serpiente-escalera que Mainar-Rotarú y Yuan ya han superado<br />

se devuelven hacia donde están Galax y el lobo gris. Forman una<br />

flecha congelada, coronada por un pedazo de filo petrificado,<br />

en su vuelo hacia la espalda del lobo. Hilos de sangre brotan<br />

por su hocico. Galax hace una ráfaga y estos hombres de hielo<br />

salen desmoronados por el aire. El lobo se dobla sobre sus<br />

patas delanteras, antes de incorporarse, tembloroso, y lanzarse<br />

sobre dos de los gigantes de hielo que se arrojan, pesadamente,<br />

sobre el guerrero azul. Al golpearlos, los gigantes aplastan al<br />

lobo aunque son degollados por éste con la garra de su última<br />

voluntad. Los restantes tres gigantes se abalanzan sobre Galax<br />

pero, aun con su apabullante contextura, las dos espadas azules<br />

del guerrero cercenan un par de enormes cabezas.<br />

Otros Güirgüines, del mismo tamaño que el emisario azul,<br />

aprovechan el momento y clavan varias lanzas en la espalda del<br />

guerrero, mientras el último de los gigantes, encaja su estalactita en<br />

una pierna de Galax. Una ráfaga de su espada corta el brazo del<br />

gigante, no pudiendo impedir otra descarga de lanzas, esta vez contra<br />

su costado izquierdo. Varios hombres de hielo se arrojan sobre<br />

él, cercenándole al emisario la mano izquierda con todo y espada.<br />

Manchas de sangre azul vuelan como mariposas por el pasadizo.<br />

Un vómito hace entrever los últimos estertores del guerrero.<br />

Con la otra espada apoyada contra el corazón, Galax se<br />

lanza sobre la mancha de Güirgüines que intenta subir por la<br />

serpiente-escalera. Algunos se desploman atravesados por el<br />

filo azul. Sin embargo, el número de Güirgüines lejos de amainar<br />

más bien aumenta. Dos de ellos clavan a Galax por la espalda,<br />

con su otra espada, a la altura del corazón. El arma aun tiene<br />

sujeta la propia mano del guerrero.<br />

Y así, con el último aliento, el emisario azul entierra su mirada<br />

sobre un hombre de hielo que reconoce como Ñókix, el cual se<br />

protege con otros mientras da órdenes, haciendo que el corazón<br />

de aquel Güirgüin estalle de cobardía. Y con él, Galax, el<br />

hombre pájaro azul, el emisario del clan de los guerreros, se fue<br />

para siempre.<br />

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